Los ecuatorianos vivimos desentendidos del planeta. Con razón Jorge Enrique Adoum en el libro Entre Marx y una mujer desnuda nos dice: “El mundo siempre está muy lejos para nuestra pereza, no nos incumbe por nuestra fatuidad”. No alcanzamos a ver a otros países, incluso dentro del continente, ni que decir de los que están hacia el otro lado de la Tierra, como es el caso de Asia Oriental. A lo más pensamos en hacer negocios allí, pues ya no podemos desentendernos de su fuerza económica y en eso nos quedamos, sin preocuparnos de su realidad, su cultura, ni su política. Allá que se maten. La historia nos pasará factura por nuestra ignorancia.

Rendiremos cuentas

Si aquí el interés en potencias como China y Japón es superficial y unidimensional, sobre países menores el desconocimiento raya en el 0 absoluto. Myanmar ciertamente no es demasiado grande, solo dos veces y media el tamaño de Ecuador, y tiene 60 millones de habitantes. Pablo Neruda, en su Confieso que he vivido, narra su impresión de ese país en el que fue cónsul de Chile, cuando se llamaba Birmania y era colonia británica. Dice que allí el mayor de los ríos tenía el nombre más hermoso del mundo, Irawadi, cuyas aguas corrían en la paz artificial del régimen colonial. Esa tranquilidad se derrumbó con la invasión japonesa en 1942. Los ocupantes fueron desalojados tres años después, pero ya nada pudo ser igual. Reino Unido tuvo que reconocer la independencia en 1948, cambio que, al igual que en muchas partes, no trajo la felicidad.

Pronto el poder fue captado por los militares que golpe tras golpe impusieron gobiernos ineptos, corruptos y represivos. Los dictadores implantaron socialismos con distintos matices y mantuvieron al país en la pobreza, mientras que sus vecinos de barrio, los llamados “tigres asiáticos”, que optaron por la senda capitalista, dieron grandes saltos hacia el desarrollo y bienestar. En 1988 uno de estos regímenes cambió el nombre del país a Myanmar, denominación que es rechazada por muchos. Los intentos de restaurar la democracia han sido abortados apenas los militares ven amenazados su dominio y su impunidad. Además, todo este tiempo aislaron a la nación tras una cortina mortal de silencio que hace difícil saber qué ocurre en su territorio.

‘Nosotros tenemos objetivos para 30 o 50 años’

Ahora Birmania corre riesgo de convertirse en un Estado fallido. Minorías étnicas, que son algunas, como los karén y los islámicos rohingya han armado sus propias milicias para defenderse de la inenarrable brutalidad de los soldados. Los países occidentales hace mucho dejaron de interesarse en los asuntos birmanos. Los Gobiernos vecinos también fracasaron en su afán de influir allí, mientras una presencia surge poderosa por detrás de los montes Gaoling, China comunista que, a más de los ricos recursos de Myanmar, en lo inmediato busca utilizar la estratégica salida que ofrece hacia el océano Índico. Esta vía siempre será útil, pero su importancia sería gigantesca en caso de que los planes expansionistas de Pekín llevaran a un conflicto grave en los mares de China Oriental y de China Meridional. Birmania o Myanmar, tierra mártir, puede verse involucrada en un peligroso incendio desatado por la ambición de los tiranos. (O)