Alguna ocasión leí una interesante reflexión respecto de que un político exitoso debe tener nociones elementales de cómo jugar ajedrez, en el cual el movimiento de las fichas del tablero requiere inteligencia, intuición y en especial la capacidad de prever y contrarrestar los movimientos del jugador contrario.

Tal cual ocurre con el ajedrez, anticipar la jugada del adversario, inclusive en ocasiones regalando piezas a cambio de ganar control en el centro del tablero. El jaque mate viene luego.

Se conoce que un buen ajedrecista no debe pensar solo en las jugadas que él puede realizar, sino también en las que el contrincante pueda imaginar, para lo cual se requiere el análisis y el conocimiento de las jugadas que usualmente utiliza el adversario. Siempre se ha dicho que una de las mejores técnicas de entrenamiento de ajedrez es estudiar los juegos y las partidas de los grandes maestro de la historia.

Desde hace algún tiempo, el país tenía señales muy claras de que el movimiento indígena, la agrupación con mayor capacidad de movilización social hace lustros en el país, estaba siendo copada por dirigentes radicales y fundamentalistas, cuyo propósito reivindicatorio es básicamente la fachada tras la cual se confunden el justo reclamo y la bandera del estallido popular, todo a nombre de una lógica revolucionaria y redentora, invocando una legitimidad jamás ganada en una lid electoral, posiblemente suplantada a base de presiones y amenazas. Pero bueno, todo el país lo sabía.

Como también sabía, desde hace algún tiempo, que en el escenario político existen movimientos, especialmente los vinculados al correísmo, abiertamente interesados en propiciar escenarios de caos y anarquía apenas se den las condiciones adecuadas para llevar al país al laberinto de sedición y confusión política, precipitando de esa forma la destitución del presidente de la República, tal como acaba de acontecer con la maniobra legislativa tan burda como sugestivamente coincidente con la protesta indígena.

Ahora bien, si el país conocía tales realidades, ¿qué se hizo, qué medidas se tomaron, qué gestiones se impusieron, qué acercamientos se impulsaron, qué acciones se concibieron para evitar la vulneración de la paz pública, elemento básico en la convivencia democrática? Ojo, que la mención de la paz pública no es cualquier cosa, por más que poco se conozca de ella y se alegue que hace tiempo está alterada en el país. En otras palabras, es lógico pensar, a estas alturas, que todo gobernante está obligado en el ejercicio de su cargo, no solo a incorporar en su cálculo político la posibilidad de la revuelta, sino también la necesidad de imponer y tomar las medidas que eviten llegar al punto de ruptura que persigue la usurpación de la paz pública. Será siempre preferible anticipar antes que lamentar.

En ese contexto resulta vital conocer con quiénes y sobre qué se puede maniobrar a tiempo (en el buen sentido de la palabra), y con quiénes y sobre qué no se puede transigir en ningún momento. Para reconocer las diferencias, se necesitan habilidad y talento político, capacidad de anticipar situaciones y mitigar riesgos. Tal cual ocurre con el ajedrez, anticipar la jugada del adversario, inclusive en ocasiones regalando piezas a cambio de ganar control en el centro del tablero. El jaque mate viene luego. (O)