Los resultados de la consulta popular y el referéndum últimos fueron contundentes y no dejan dudas del mensaje recibido en las urnas. Si bien hubo un perdedor (el presidente y su gobierno, aunque no quieran admitir portavoces del régimen), tampoco puede atribuirse el triunfo a sectores políticos que impulsaron una campaña por el no hasta con mentiras y desinformaciones, que hicieron el juego a los sectores que buscan la violencia, el caos y la desestabilización.

Estos sectores no quieren darse cuenta que vivimos en medio de un conflicto armado interno, una guerra contra los grupos delincuenciales organizados que son transnacionales, el narcotráfico, la minería ilegal y la narco política que está aliada.

No se puede ocultar los errores cometidos por el Ejecutivo durante una corta campaña de 13 días, como anunciar inicialmente la posibilidad de la presencia de EE.UU. en las islas Galápagos, que luego se aclaró, o innecesariamente poner a debatir estos momentos una posible reforma al pasar el sistema de salud de la seguridad social al Ministerio de Salud.

El mayor problema que viven los ecuatorianos es la violencia y la inseguridad y mientras intentan festejar que no pasó la reforma para viabilizar la ayuda militar extranjera en bases ecuatorianas, los que se frotan las manos son los sectores vinculados a las organizaciones delincuenciales, el narcotráfico y la minería ilegal, en tanto que las FF.AA. y la Policía hacen un gran trabajo y han dado golpes exitosos.

Existe una miopía nacional en todos los sectores, incluido en la comunicación y quienes hacen opinión dura que, por respetables que sean, no ven la situación en su real dimensión del problema serio que vive el Ecuador. El problema va más allá de los errores de un presidente y de un voto en su contra.

Así fue Colombia hace 50 años, y eso pasó con todos los sectores público y privado, sin ponerle atención a lo que se les venía y cuando se dieron cuenta y quisieron poner recursos para parar la inseguridad y la violencia fue tarde. La enorme ayuda de EE.UU. fue vital, mientras aquí se envía un mensaje de rechazo.

Hay que revisar las causas y los efectos, partiendo de la pobreza, las inequidades y exclusión social, la falta de oportunidades de trabajo y la deficiente educación en valores, pero también la debilidad institucional, el aumento del sicariato, los homicidios, las extorsiones, la pérdida de control en zonas críticas, la desconfianza ciudadana en el Estado. La migración interna forzada. Niños, adolescentes y jóvenes que pierden espacios por temor hasta en los parques de deporte y diversión. Canchas tomadas para el reclutamiento forzoso de los GDO.

La violencia interna y en las cárceles con las muertes y fuga de presos. La disputa territorial entre bandas, el micro tráfico, el refugio de grupos armados extranjeros, la expansión de economías ilegales, la pérdida de soberanía y el control territorial. La paralización de reformas estructurales que son necesarias y obliga a replantear luego de la pérdida de la consulta popular, con una Constitución que protege los derechos de los delincuentes antes que de la mayoría de ecuatorianos. La filtración de datos sensibles, el riesgo a sistemas energéticos y bancarios. El reclutamiento juvenil por las bandas. El aumento de la violencia comunitaria y doméstica. La destrucción ambiental, la interrupción de servicios críticos, las pérdidas millonarias en el Estado. La impunidad, la falta de controles internos, la debilidad y corrupción en el sistema judicial, entre tantos problemas y amenazas latentes. (O)