Muchos ven lo que ocurre en Venezuela en este mismo momento como el desarrollo de una película de acción o según sus inclinaciones políticas: “Que los gringos le destituyan a ese presidente ilegítimo”, y otros “que se respete el suelo patrio”. Así está dividida la opinión pública, inclusive –y eso es lo más grave– entre las fuerzas políticas de oposición de Venezuela.

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, en esta ocasión toman partido, también, grandes potencias de otros continentes. En contra de una intervención en Venezuela por parte de los Estados Unidos se pronuncian las otras dos grandes potencias mundiales, Rusia y China; y, aunque todavía no existe, de momento, una orden explícita de ataque –y ojalá no la haya–, la gran potencia americana ha movilizado algunos buques de guerra al sur del mar Caribe, en la cercanía de Venezuela.

Así, lo que hubiera podido ser un conflicto regional podría tornarse uno de carácter mundial. La víctima de este conflicto, si se produce, será el pueblo venezolano; es su sangre la que está en peligro. Es paradójico que, a principios del siglo veinte, el presidente Teodoro Roosevelt interviniera para que no atacara a Venezuela, para cobrar sus acreencias, una flota europea.

La famosa doctrina Monroe, de principios del siglo diecinueve, de América para los americanos se está desvaneciendo; vivimos un mundo multipolar con grandes intereses de poderosos actores internacionales.

En Venezuela influye mucho el que sea el país con mayores reservas de petróleo del mundo entero.

A diferencia de lo que ocurrió en Panamá, en 1989, cuando las fuerzas militares norteamericanas invadieron el país para apresar a Manuel Antonio Noriega, que se les había sublevado, y en que hubo relativamente pocas bajas, por lo pequeño de su población y de su territorio, en Venezuela el territorio es extenso y su población bastante mayor; el riesgo de una gran mortandad se multiplica.

Hay que evitar una invasión norteamericana a suelo venezolano, por los riesgos de un derramamiento de sangre y porque eso sería entregarle a la gran potencia la resolución de los problemas de Latinoamérica, al margen de la OEA y de la ONU. A más de que sería mucho más grave que un problema regional se tornara uno mundial.

Una de las acusaciones contra el Gobierno venezolano es que promueve el tráfico de drogas, de lo que hay que tener cuidado porque, no siendo ni Venezuela –al parecer– ni Ecuador productores de droga, sin embargo, nuestro país es un gran exportador de estupefacientes. Me acuerdo de que se invadió a Irak bajo el pretexto de que producía armas de destrucción masiva y luego se encontró que no había ni rastro de tales armas.

Lo fidedigno de la información es cada día más importante, y en este momento, en que la Policía y el Ejército están realizando operaciones de seguridad, hay sospechas de que las fuerzas del orden estarían cometiendo excesos por la presión que reciben de producir resultados. ¡Cuidado se repita lo ocurrido en Colombia, de los falsos positivos! (O)