Cada 5 de septiembre se celebra el Día de la Mujer Indígena, desde 1983, como reivindicación de su rol en los procesos de exigencia de derechos y aporte a la vida cultural y política de sus pueblos.

En Ecuador, Dolores Cacuango y Tránsito Amaguaña se han vuelto parte de la historia social y política de nuestra nación. Ambas se enfrentaron a las injusticias de la hacienda y demandaron educación y respeto a la cultura indígena. Su accionar fue fundamental en su momento histórico. Sin embargo, no fueron las únicas con una notoria presencia pública en su época, ni las únicas en liderar espacios políticos, con repercusiones importantes para nuestro presente.

Quiero recuperar la vida de Rosa Lema, quien no ha recibido el reconocimiento suficiente, ni se ha dimensionado su labor. Por ej., al momento de escribir esta columna no encuentro información sobre su fecha de nacimiento ni muerte. Sabemos que nació en Peguche, Otavalo, y podemos ubicar dos hitos clave en la década de 1940. Ella fue la informante principal de la etnografía sobre el pueblo kichwa Otavalo realizada por Elsie Clews Parsons en 1938. En este trabajo se muestra a Rosa Lema como una mujer prominente, en términos políticos, económicos y sociales, con alta incidencia en las redes eclesiales y en la municipalidad de Otavalo, además de ser un punto nodal del comercio entre Otavalo y Quito. El otro momento importante es la misión cultural indígena a EE. UU., organizada en el gobierno de Galo Plaza, en diciembre de 1949. Su visita se concentró en Nueva York, donde fue recibida por autoridades de la nación sioux, el alcalde de la ciudad; también fue recibida por la presidencia de las Naciones Unidas, y su visita fue reseñada y entrevistada por revistas como Time y Life. Debemos resaltar lo bien conectada que estaba Rosa Lema. La antropóloga estadounidense llegó a ella a través de un diplomático, así mismo su conexión con la familia Plaza, todo gracias a su red creada por el comercio.

De manera errónea se ha reducido el papel de Rosa Lema al de embajadora cultural, en tanto dispositivo turístico. Esta idea no toma en cuenta la agencia individual ni colectiva que representa. Para finales de 1940 las redes comerciales de los kichwa-otavalos ya se expandían por fuera de las fronteras nacionales. En este sentido la participación de Rosa Lema, como líder de la misión cultural, debe entenderse como una estrategia empresarial consciente de esta mujer kichwa. Además de conciencia sobre la importancia de las redes políticas tanto nacionales como en el exterior.

Rosa Lema era, en todo el sentido de la palabra, una empresaria con alta incidencia política, cuyas acciones repercuten en nuestra cultura otavaleña contemporánea. En 1951 se inauguró la Feria de Artes Indígenas Otavaleñas, antecedente de la plaza de ponchos. Además, a partir de entonces un conjunto de proyectos para la diversificación textil llegó a Otavalo.

Rosa Lema es la mejor representante de una generación de indígenas otavaleños que a través del comercio y su cultura se abrieron al mundo, abriendo las puertas para el desarrollo económico, para mayor incidencia política y otras formas de acceso a la ciudadanía, y un mayor empoderamiento cultural. (O)