Los candidatos que van a la segunda vuelta, en las palabras, están siendo enfáticos, no van a afectar la dolarización. Lo dicen, porque tienen claro que la ciudadanía rechaza esa posibilidad, que se la ha sondeado con expresiones que encierran esa intención, “ecuadólar”, o “dinero electrónico obligatorio de uso y aceptación”, pero sin convertibilidad obligatoria con dólares reales en transacciones dentro del territorio nacional, a fin de que el dólar real que ingrese al Ecuador, por cualquier vía o motivo, o esté depositado o invertido en el país, solo se use para pagos internacionales, bajo control del Banco Central del Ecuador. Lo último generaría dos mercados para pagos, uno de divisas reales y otro el del dinero electrónico, para pagos dentro del Ecuador. Algo mejor que en Cuba y en Nicaragua, pero muy parecido.
También están siendo enfáticos en que respetarán las reservas internacionales que aun con déficits permitan creer que va a mantenerse la dolarización, después de que se minimizó su importancia y se estaba ofreciendo colocarlas en la economía nacional para reactivarla.
Y, una tercera mención de los últimos días, “vamos a gobernar desde el primer día”, después de que se estaba diciendo que lo primero debía ser convocar a consulta, para luego una reforma constitucional que podría llevar a una constituyente, o sea lo mismo que se dio entre el 2007 y el 2008, a fin de que así se den amnistías, leyes a la medida y nuevos periodos, política y política, con gastos millonarios.
¿Les creemos? Quisiéramos que sea cierto.
Hay temas que deben aclararse. El gerente general del Banco Central del Ecuador (BCE) del Ecuador ha publicado lo que califica de “trampa de la expansión del balance del Banco Central”.
El Ecuador no requiere supuesta magia financiera, ni inventos de simulación, sino verdades y transparencia.
Habría sido práctica en el BCE, desde fines del 2014 hasta octubre del 2017, dar disponibilidad de pago en cuentas del Ministerio de Finanzas para el gasto público, aun cuando no hayan tenido saldos para girar, disponibilidad que la cubrían cruzándola con papeles emitidos por el Gobierno. Su monto habría llegado a $ 8.339 millones. En los hechos, una especie de sobregiros del BCE, aun cuando no sea emisor de moneda.
Recordemos que, en la economía del sucre, antes de la dolarización los exportadores pedían sobregiros en sucres a los bancos, entregando los documentos de exportación, y cuando se cobraban, se cruzaban los saldos. En las operaciones de la supuesta expansión del balance del BCE, no ha habido cobranzas de exportación, sino que se le forzaba al BCE a que recibiera bonos.
Después de que se amortizaron valores en los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso, de esas operaciones estarían quedando saldos por una suma próxima a dos mil millones de dólares.
El Ecuador no requiere supuesta magia financiera ni inventos de simulación, sino verdades y transparencia.
Diversos gobiernos han tomado la liquidez de las entidades públicas –o han forzado que se la entreguen– para “invertir” en bonos, imposibles de volverlos liquidez cuando se la requiera para pagos, porque no habrá quien los compre. (O)