En los países totalitarios se persigue a la prensa libre, esta se convierte en un clavo en el zapato, es su “enemigo” a neutralizar o destruir, ya sea creando leyes que la amordazan o por cualquier otro motivo: imponiendo multas económicas, cerrando diarios, revistas, emisoras, canales de TV. Persiguiendo y amedrentando a los periodistas a través de la cárcel o asesinándoles, etc.

Si bien es cierto, el summun de la persecución a la prensa libre fue la Alemania nazi de Hitler. No obstante de haber pasado por esa experiencia traumática hace 80 años, en muchos países, especialmente en Cuba, Venezuela y Nicaragua se siente que han restaurando esta estrategia fascista.

La infalibilidad

Hitler estaba bien claro en el valor de la prensa y la forma como la tenía que manejar: como instrumento político para sus fines protervos. En Mein Kampf (Mi lucha), la biblia del nacionalsocialismo, escribió: “La prensa, caballeros, hábilmente manejada, puede ejercer una influencia enorme. Es el más poderoso medio para lograr cualquier fin…”.

Confesiones de la centenaria secretaria de la mano derecha de Adolf Hitler

La orientación del trabajo periodístico se hacía según las directrices del partido y del propio Hitler. La selección de la información se hacía con rigor y en forma minuciosa, destacando ciertas noticias por un lado y suprimiendo o desfigurando otras. Se organizó en forma centralizada y a través del Ministerio de Propaganda. Se institucionalizó el llamado “sistema Goebbels”, este “novedoso sistema” consistía en envolver al pueblo en vapores embriagadores y lo aislaba casi totalmente del resto del mundo y de los acontecimientos reales. Por eso el hombre sencillo de la calle solo podía conocer las cosas, los acontecimientos y a los líderes del gobierno fascista, sobre todo durante la guerra, a través del convenientemente desfigurado pensamiento del ministro de Propaganda, Joseph Goebbels.

El cruel final de Joseph Goebbels, el poderoso ministro de propaganda nazi

En nuestro país, unos aprovechados alumnos de Goebbels... pretenden volver por más.

Con motivo del nombramiento del director de la sociedad radiofónica de Alemania, un joven de 28 años, Goebbels, ocupó en forma total la radiodifusión (medio de comunicación más importante de aquella época) y en su discurso señaló: “Puesto que nuestro movimiento supone un cambio de mentalidad en muchos aspectos, no es justo que las personas que representan el régimen anterior sean ahora los portavoces de la nueva ideología. Nuevos tiempos requieren nuevos hombres y, con ellos, nuevas ideas. He estudiado muy minuciosamente las cualidades que debe reunir el nuevo personal de la radiodifusión, especialmente el de los puestos de importancia. Finalmente he llegado a la conclusión de que las reformas necesarias solo pueden ser realizadas por militantes nacionalsocialistas. Tampoco niego haber seleccionado a los hombres, en cuyas manos he puesto de lleno mi confianza y he señalado un bien determinado camino a seguir, mientras se rijan según esta línea, pueden estar seguros de mi confianza”.

En la era nazi, la prensa nunca pudo ejercer la libre expresión, sino solo el perverso y uniformado instrumento de ejecución de una dictadura totalitaria. En nuestro país, unos aprovechados alumnos de Goebbels, que emplearon 10 años los manuales de la doctrina nazi para amordazar a la prensa libre, pretenden volver por más. (O)