A principios del siglo XIX, teóricos y políticos “reaccionaron” ante los excesos de la Revolución francesa y otros movimientos que, tras derrocar a las monarquías absolutas, implantaron no la libertad y la tolerancia, sino regímenes homicidas. Desde entonces se habló de revolucionarios y reaccionarios. La “reacción” se concretó en los gobiernos ultramontanos y en la Santa Alianza, que devolvieron a muchas naciones europeas al “viejo régimen”. Igual, en las primeras décadas del siglo XX, tras las masacres desatadas por la Revolución rusa e intentos similares, que no trajeron igualdad, sino el gobierno totalitario de una casta, se produjo una reacción. Esta se materializó en los fascismos que terminaron en dictaduras parecidas a la amenaza que combatían.