La tiranía en su sentido más extendido es el abuso en grado extraordinario del poder por parte de un gobernante en perjuicio de sus propios gobernados; a este gobernante se lo llama tirano; pero tiranía también es ese mismo abuso por parte de cualquier poder o fuerza. Es, pues, tiranía la que se ejerce este momento sobre la población ecuatoriana por parte de dirigentes sociales que le impiden movilizarse, trabajar, estudiar, ir al hospital, a la tienda a comprar pan y leche; y es tirano –y no héroe– el que impone este sufrimiento y humillación, y que lo hace porque las revoluciones no se hacen ahora con fusiles, como en tiempos antiguos, sino agavillándose contra la población inocente, protegidos por amnistías dictadas por cobardía o en busca de popularidad.

La amnistía dictada por los actuales asambleístas en beneficio de los que causaron tantos daños a la ciudad de Quito, a los agricultores y habitantes de la Sierra Centro Norte, en octubre de 2019, es lo que los envalentonó a estos tiranuelos a repetir ahora lo que consideran sus hazañas. Ha hecho muy bien el Gobierno en disponer que se detenga al principal dirigente del paro. Supongo que sigue pendiente el pedido gubernamental a la Corte Constitucional para que declare la inconstitucionalidad de la amnistía. Si es así, al Gobierno es a quien conviene la anulación de esa amnistía en favor de los autores del paro anterior. Está en el interés del orden general y del Gobierno la pronta promulgación del proyecto de ley aprobado por la Asamblea sobre el uso de la fuerza, que permitirá a policías y militares una actuación más eficiente, disuasiva. Hay que recordar que los asambleístas del bloque de Gobierno votaron divididos, parte en favor de la amnistía y la otra, la de CREO, en contra; algo parecido a cierta división de opiniones que se nota entre el ministro del Interior y el de Gobierno; se diría que el primero luce más firme y el segundo más contemporizador. El país requiere actitudes prontas, firmes, resueltas, como la orden de prisión a Iza. En varias ocasiones he criticado que el expresidente Moreno y su gabinete, incluida la ministra de Gobierno, hayan abandonado Quito para refugiarse en Guayaquil, dejando a la capital a merced de saqueadores, incendiarios. En contraste, el presidente Lasso ha permanecido en Quito haciendo frente a los insurrectos. Las operaciones se dirigen desde la capital; en ella, la tranquilidad reina; el tráfico fluye, las actividades continúan. No hablo como teórico: luego de que Palacio sustituyó a Gutiérrez, asumí el Ministerio de Gobierno y enfrenté 19 paros provinciales y cantonales y pude mantener el orden y la paz. Hice detener a un prefecto y una alcaldesa. Un gobierno tiene que escuchar siempre a los peticionarios, pero con respeto a la sociedad.

Propone el Gobierno una consulta popular que autorice la extradición a Estados Unidos de los capos locales de la droga, lo cual puede ser positivo, pero, insistimos: derogar la Constitución de Montecristi, causa de muchos de estos desórdenes, y sustituirla por la de 1998, como lo propone Simón Espinosa.

Juan Montalvo llamó a García Moreno Gran Tirano; a los de este paro podemos llamarlos tiranuelos. (O)