La constitución de los atenienses formaba parte de una colección de monografías sobre los sistemas constitucionales de las ciudades griegas, elaborada por Aristóteles y sus discípulos con miras a la redacción de La política, una de sus obras fundamentales. Se dice que fueron 158, pero ninguno de estos trabajos sobrevivió a la Edad Media, solo se conocen fragmentos de unos 25 citados en fuentes antiguas. Sin embargo, en el siglo XIX se encontraron en Egipto dos papiros que salvaron el más importante de todos, el de Atenas, la capital cultural de Grecia, en la que vivió, estudió y enseñó el filósofo de Estagira. Es la única obra del gran pensador conservada fuera del llamado “corpus aristotélico” de la tradición clásica.

Los frágiles papiros, tejidos con láminas de totora, nos llegaron estropeados y mutilados. Un gran esfuerzo científico e interpretativo reconstruyó con cierta fiabilidad La constitución, aunque tiene evidentes lagunas. No trata sobre una constitución en sentido moderno, la palabra que usa originalmente es politeia, que se refiere al manejo y funcionamiento de las ciudades-estados griegos, las polis. Una ley suprema escrita que defina los propósitos y estructura de un Estado solo la encontramos a partir de la constitución de Estados Unidos. Por eso, la recopilación de Aristóteles, de acuerdo con lo que demuestra este documento, reunía el conjunto de normas y prácticas jurídicas, más la descripción de sus instituciones y usos tradicionales de la polis.

La Constitución de los atenienses contiene una historia de la vida política de la ciudad y de sus leyes, luego describe las normas que las conforman. No hay una crítica ni demasiado análisis, es un texto documental no una reflexión filosófica. Por lo mismo es muy interesante para conocer la vida diaria de su tiempo, pues incluye toda clase de disposiciones, civiles, penales y económicas, que nos dan visiones sobre todo de la práctica política real, pero también de la familia, del comercio, de la seguridad y otros aspectos cotidianos. Los humanos de entonces no eran mejores que los actuales, la idea de que la democracia ateniense es un modelo para la moderna democracia occidental es una creencia equivocada o, mejor dicho, inexacta.

Aparte de la esclavitud y la vergonzosa situación de la mujer, males muy conocidos, la vida de una persona valía muy poco, la pena de muerte se aplicaba por infinidad de motivos y se conservaban incluso ciertos ritos con sacrificios humanos. En el lapso estudiado hubo muchos golpes de Estado y largos periodos de dictadura. Las exacciones eran permanentes, tanto que a los cobradores de impuestos se los llamaba “colacretas”, que quiere decir “los que trocean a las víctimas”. La corrupción fue un problema que los legisladores atenienses trataron siempre de atajar, con poco éxito. La guerra era la preocupación fundamental del gobierno y hacia ella se enfocaron los mayores recursos públicos. La democracia ateniense real no puede ser un modelo, pero permitió el desarrollo de los sistemas de pensamiento elaborados por los brillantes filósofos que enseñaron en sus calles o en institutos como la Academia y el Liceo. (O)