Todos vimos un video en el que el Mono Jojoy, comandante de la narcoguerrilla FARC, afirmaba que su organización aportó significativas cantidades de dinero a la campaña del candidato presidencial Rafael Correa. Copadas como estaban todas las instituciones del Estado, no se hizo una investigación seria de tan grave asunto. En marzo de 2008, aviones colombianos bombardearon dentro del territorio ecuatoriano, no edificaciones del Gobierno ni de ciudadanos nacionales, sino un jungle lodge de hormigón para descanso y recreación de los narcoguerrileros colombianos de las FARC. Esta colonia vacacional era conocida por organizaciones izquierdistas afines al régimen, que manejaban un fluido turismo revolucionario con visitantes extranjeros. La Fuerza Aérea Colombiana pudo lanzar su operación gracias a que los radares que vigilaban la frontera estaban apagados, y probablemente siempre lo estuvieron, así tampoco habrán detectado narcoaviones que pasaban por el cielo ecuatoriano como Pedro por su casa. En 2009, con argumentos patrioteros, el Gobierno cerró la base de Manta, manejada por Estados Unidos, que era utilizada para detectar el tráfico de naves y aeronaves sospechosas de narcotráfico. Son hechos de dominio público.
El correísmo fue derrotado en las urnas en 2021. Surgió un Gobierno que restableció parcialmente la colaboración con los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico y ajustó levemente los controles. ¡Y, oh, sorpresa! Se produce una avalancha de megaincautaciones de droga, que incluso superan la capacidad para destruir la prohibida mercancía. ¿Será que los productores de estupefacientes se volvieron locos o es que antes no se controlaba como es debido? Los hechos y la lógica apuntan más a lo segundo, pues, ante este ataque, el crimen organizado reaccionó desatando la más irracional y espantosa ola de violencia que ha visto nunca la sociedad ecuatoriana. ¿Cómo lo hace? Introduciendo toneladas de armamento, desde pistolas hasta rifles de asalto, en sectores marginados, azuzando y entrenando a jóvenes para que se dediquen a cualquier clase de delito y descalabren la estructura social del país.
Concomitantemente se monta un bufonesco juicio político para destituir al presidente.
Concomitantemente se monta un bufonesco juicio político para destituir al presidente. Entonces aparece Correa vendiéndose como el hombre fuerte que pondrá orden y propone una constituyente que expedirá una nueva constitución que remplazará a la que él mismo hizo. Con todos los poderes implantará un sistema bukelista en el que, para yugular el caos intencionadamente creado, meterá en la cárcel sin formula de juicio a cien mil personas, justamente a los que lo han ayudado a este aún hipotético pero probable golpe político-criminal. En esta ocasión, el maestro de la fantasía resentida ya no tendrá una bonanza económica que le permita hacer “obras”; pero, siendo la seguridad el primer pedido de la gente, tiene la mesa servida para quedarse otros doce años. Como la delincuencia actual no tiene una organización central –la integran jóvenes provenientes de hogares desestructurados, seducidos por la droga–, no será difícil barrerlos con una campaña sin demasiadas contemplaciones. Así se instalará la larga noche de una dictadura. (O)