Son frecuentes los hechos que atentan a la más valiosa actividad agrícola del Ecuador, banano y plátano, inútil sería demostrar esa expresión axiomática, pero es obligación público-privada evidenciar las amenazas. Surgen señales que llevan a pensar se trataría de una conspiración para desbancarla del lugar protagónico que mantiene en el conglomerado mundial. En lo interno, se constata una pasividad arrogante frente al embate de patologías extrañas al continente que buscan domiciliarse en el país, como la Fusariosis R4T, de imposible control y costosa detención, que no han logrado países desarrollados como Australia invirtiendo miles de millones de dólares en su reducida área plantada sin evitar el contagio en sus contadas fincas, peor hacia el resto del mundo. Hace falta asumir obligaciones más firmes, con aportes económicos de los sectores involucrados en el sistema de suministro bananero, que cuenta con eslabones poderosos que no manifiestan ningún compromiso, como las corporaciones de insumos, las empresas navieras, las operadoras de servicios bancarios y otros de la larga y prolífica cadena.
Los agricultores hacen esfuerzos, tanto es así que una asociación de pequeños bananeros de El Oro está dispuesta a grabarse para sustentar el costo de una campaña de detención efectiva. No son suficientes, aun cuando necesarios, los eventos teóricos de intercambio de experiencias con cuestionables resultados que despiertan admiración y hasta sana emulación de lo que no se hace en nuestro medio, que además son círculos a los que no acceden los trabajadores del campo, que es donde debe radicar el grueso de la capacitación, ellos conviven con las plantas, saben sus dolencias y reacciones. Por coincidencia, es sospechosa la campaña abierta por los productores bananeros de las Islas Canarias, criticando la posibilidad de cooperación al banano nacional como resalta su reacción a un convenio suscrito entre los ministerios de Agricultura de Ecuador y de España, cuyo texto se desconoce, para favorecer el desarrollo pleno del cultivo. Los líderes insulares pretenden distinguir su banano, que también es cavendish en su mayoría, tildándolo de plátano, cuando estudios del propio ministerio peninsular señalan la inexistencia de tales diferencias, sin que los consumidores europeos, que es lo que al final interesa, las perciban.
El último y definitorio ataque, que no puede pasar inadvertido, obliga a poner en vigilia a los gremios agrícolas, se trata de la demanda de inconstitucionalidad admitida por la Corte que pretende declarar fuera de la Constitución a la Ley de Puertos y su reglamento, en los artículos que autorizan la existencia y operación de los puertos privados, eslabones fundamentales de la cadena bananera, que, de concretarse, causaría una catástrofe por dar primacía a un solo terminal, con evidentes intereses extranjeros y de competidores del país. Hay que demostrar sagacidad en el trato de estos cruciales temas, la extinción de los puertos privados eliminaría la libre y positiva competencia portuaria, dando paso a un grave conflicto monopólico en desmedro de la nación y de los agricultores ecuatorianos. (O)








