El presidente anunció que se empezará a reducir de manera gradual y general el impuesto a la salida de divisas (ISD) a partir de enero de 2022. Aunque mejor fuera eliminarlo totalmente, este es un paso en la dirección correcta. Es una mejora, también, frente a la estrategia inicial de reducirlo por sectores.

El ISD fue creado en diciembre de 2007. El Estado recaudó entre 2008 y mediados de 2021 $ 11.930 millones por el ISD. Empezando con una tasa de 0,5 % y recaudando solo $ 31 millones en 2008, este llegó a una tasa de 5 % y una recaudación de $ 1.271 millones en 2019.

Creían las autoridades que por ser una economía dolarizada necesitábamos controlar la salida de dólares, dado que si nos dejaban a los ciudadanos en libertad de decidir qué hacer con el dinero un día no habrían dólares en Ecuador. Decían que esto solo afectaría a los ricos que buscaban sacar dólares del país, pero rápidamente se volvió evidente que la mayoría de la recaudación del ISD provenía del pago por importaciones. En efecto, el ISD ha servido como un arancel adicional de 5 %. Pero resulta que el ISD también encarece la producción nacional, dado que casi todo lo que se produce requiere de componentes importados.

Quizás la consecuencia más perjudicial del ISD es el desaliento a la entrada de capitales, debido a que estos tienen muchos destinos alternativos donde pueden ingresar y salir sin restricciones.

La tarea pendiente es encaminarnos hacia un sistema tributario simplificado que reduzca a un mínimo las distorsiones, discriminaciones y desigualdad de los individuos ante las normas tributarias. Esto conduciría también a reducir la discrecionalidad de los políticos para favorecer o perjudicar a unos en desmedro de otros.

Tener un sistema tributario competitivo y simplificado es uno de varios componentes para lograr la apertura financiera. Ecuador se ubica en el quintil de países con el peor puntaje en el Índice de Desarrollo Financiero del FMI. Su puntaje de 0,17 —en una escala donde 0 es el peor puntaje y 1 el máximo— está por debajo del promedio del hemisferio occidental. Esta calificación se ha mantenido prácticamente igual desde 1980. Panamá, en cambio, hoy se ubica por encima del promedio regional con un puntaje de 0,42, y ha mejorado considerablemente su posición desde 2003, cuando obtenía un mero 0,23. Pero todavía se encuentra en el quintil medio, mientras que Singapur, por ejemplo, se encuentra en el quintil más alto con un puntaje de 0,74.

Un primer paso para lograr que los ecuatorianos tengan acceso a una mayor oferta de crédito y tasas más bajas es eliminar totalmente el ISD y demás barreras al libre flujo de capitales. Segundo, habría que derogar el Código Orgánico Monetario y Financiero y adoptar una legislación similar a la ley bancaria de Panamá. El Instituto Ecuatoriano de Economía Política presentó en 2020 un proyecto de ley que podría servir de punto de partida.

Por supuesto que hay múltiples factores que determinan el destino de los capitales, pero dar pasos en la dirección de la internacionalización del sistema financiero inyectaría una sana dosis de competencia ausente en el mercado financiero nacional y al menos estaríamos abiertos para recibir todos esos capitales que buscarán un destino más amigable frente a los nuevos Gobiernos hostiles del vecindario. (O)