Todos los días la voz de la gente de la ciudad de Cuenca, del cantón y de la provincia del Azuay se escucha alta y fuerte. Nítida. Proviene de los distintos espacios comunitarios que conforman la sociedad cuencana y azuaya que se manifiestan en contra de la explotación minera en Quimsacocha. Es un grito colectivo que constantemente se intensifica y expande, comprometiendo a la gente en la lucha por la defensa del agua y de la vida, así como por el respeto y el cuidado de la naturaleza, de la cual todos formamos parte y que en el país está protegida constitucionalmente.
Quimsacocha es el nombre del lugar en el que se encuentran tres lagunas que tienen la misma denominación y que son parte del prodigioso páramo andino, calificado por la Unesco como Reserva de Biósfera Macizo del Cajas, fuente y origen del agua que sustenta la vida natural y social de los cantones San Fernando, Girón y Cuenca, en la provincia del Azuay. También, esa zona de generación de vida es el sitio de grandes riquezas minerales, de oro especialmente, que quieren ser explotadas, pese a la oposición ciudadana que adopta la forma de grito indignado, porque su voz es desoída, pese a que retumba en Carondelet y en la institucionalidad pública que depende de ese epicentro del poder político que sistemáticamente la ignora, impulsando el proyecto de extracción denominado por ellos como Loma Larga. Ese objetivo, a los cuencanos, nos parece inicuo porque atenta contra lo que consideramos es lo más preciado que tenemos…: el agua y la vida natural y social que depende de ella.
Es el grito altivo que proviene de la certeza colectiva de que el proyecto es nocivo y provocará irreparables perjuicios a la naturaleza y a la gente, a nosotros, a nuestros hijos y a la entrañable fauna y flora de la que dependemos absolutamente y a la cual estamos obligados a cuidar. Se grita desde el convencimiento y desde la conciencia moral que nos exige resistir y actuar.
El grito, este grito, es la evidencia de la resistencia de los cuencanos. Es la voz que se alza multitudinaria y que exige ser escuchada, porque consideramos que la razón jurídica y moral nos ampara. Es indispensable que el diálogo se instaure entre el Gobierno y la gente del Azuay y de Cuenca, pues no aceptamos que se continúe ignorando el clamor local, con acciones como las del Ministerio del Ambiente, que en estos días otorgó la licencia ambiental para el proyecto Loma Larga. Las razones del Gobierno central para tal decisión deben ser conocidas por el pueblo que protesta, y los argumentos de la comunidad deben ser escuchados por el poder político. Es impostergable la conformación de una mesa de diálogo.
El título de esta columna, El grito, es también el nombre del famoso cuadro del pintor noruego Edvard Munch, que simboliza la angustia y la impotencia del individuo frente a la dureza de la existencia. Sin embargo, su significado en este caso tiene connotaciones muy diferentes porque representa la indignación, altivez, fortaleza y templanza que son las emociones y virtudes que conminan a los hijos del páramo Quimsacocha, a nosotros, a luchar y a resistir para protegerlo.
¡Sentimos que nuestra vida está en juego! (O)