Son tiempos difíciles para nuestro país, pasan los días y el conflicto en las calles no cesa, la imposibilidad de llegar a acuerdos reales parece lejano. Con certeza hay una agenda de extorsión política visible que pone en vilo no a un Gobierno , sino a un país que realmente requiere paz y progreso.

...es más abominable que se utilice como una catapulta política el enfrentamiento entre ecuatorianos.

Es evidente, que en el país existe una pobreza creciente producto de una serie de tareas incumplidas , por parte del Gobierno nacional, en materia social que van desde la falta de atención a sectores vulnerables hasta la dignificación de los servicios públicos. A pesar de que es claro que todo tiene solución, si es que existe lo intangible, la voluntad de hacerlo posible. El Ecuador merece más de sus gobernantes, pero también de sus ciudadanos y políticos, si bien la protesta social es un derecho que tenemos todos los ecuatorianos, siempre enmarcada en el respeto, el autocontrol y la proclama clara de los objetivos de dicho reclamo. Lo que nunca será correcto, porque es destructivo para el Estado, es la rebelión, y esto es el romper continuamente la ley, destruyendo la estructura pública y privada, colapsando áreas estratégicas que se constituye en un sabotaje, para esto debe haber mano dura utilizando la ley con rigor y sin temor.

Las manifestaciones sociales son un mecanismo efectivo para que el pueblo muestre su inconformidad con el gobernante, en este caso, lo que nunca será tolerable es la violencia, el amedrentamiento y el chantaje, esto no se enmarca en una protesta social sino en una jugarreta política disfrazada de atropellos a costas de un pueblo que la pasa mal. Es inadmisible que personajes, que fungen como líderes sociales, sean promotores del caos, pero es más abominable que se utilice como una catapulta política el enfrentamiento entre ecuatorianos, la división entre clases sociales y la promesa de la consecución de consignas que dejan cero margen a una puesta de acuerdo entre las partes.

Sería injusto decir que el Ecuador es una panacea, como tampoco es justo, el no actuar sobre el descontrolado incremento de los precios de los alimentos, el insuficiente pago a nuestros agricultores y ganaderos; la falta de servicios básicos en las áreas más pobres y la escasa inversión pública en escuelas, hospitales, seguridad, carreteras. Todos esperemos más de un Gobierno que debe ser más ágil, eficiente y políticamente más talentoso, esto último se reduce a sintonizarse por completo con las necesidades de un pueblo que necesita atención y acción.

Lo real al día de hoy es que unos pocos no tienen derecho a inmovilizar a la inmensa mayoría, más aún si hay violencia, esta descalifica la protesta por más genuina que hubiera sido y además viola los derechos de los ciudadanos a trabajar, a producir. Algo que llama la atención es que la gran mayoría de líderes políticos guardan silencio, cuando se necesita que todos alcemos la voz.

Finalmente, la gobernabilidad está en la calle de la mano de los ciudadanos. Para esto se necesitan soluciones colectivas, es decir para todos y no para unos cuantos, menos aún con agendas golpistas de por medio. Si destruyes a tu país no eres amigo, eres un enemigo. (O)