Ese es el grito de los habitantes de Cuenca para defender el agua con la que les ha bendecido la naturaleza y que la beben a diario, y en cuya defensa se han pronunciado ya los ciudadanos azuayos: en Girón en 2019, en Cuenca en 2021, con la voluntad de más del 80 % de los votantes. El presidente de la República, Daniel Noboa Azín, ha manifestado ya que no va a continuar con el proyecto con la minera canadiense –con la que ha avanzado mucho sus negociaciones–, pero quisiera –así lo entendí yo– transferirles la responsabilidad de la cancelación a las autoridades azuayas, que no tienen competencia para conceder ni para terminarla; bastaría con que disponga la revocatoria de la licencia ambiental, concedida por la Función Ejecutiva. Este es un asunto más delicado que cualquier otro, porque no se puede obligar a una persona, a un pueblo o a una comunidad a beber un agua que puede estar contaminada. Hace bien el Gobierno nacional en reconocer esto, y debería cancelar definitivamente este proyecto. Mientras escribo estas líneas, hoy, martes 16 de septiembre, debe estar desarrollándose una manifestación en Cuenca en contra del proyecto minero de Loma Larga.
Me voy a referir, brevemente, a la noticia en desarrollo ocasionada por la supresión del subsidio a la gasolina diésel. El presidente Noboa, para enfrentar las protestas, paros y cierres de vías, ha decidido hacerse fuerte en Latacunga, lugar a donde ha trasladado transitoriamente la sede del Gobierno. Presenciamos las negociaciones –los toma y daca, no siempre muy cristianos– que se transmiten en vivo en radio y televisión.
Sin embargo, de lo que poco se habla, y fue el objetivo inicial de este artículo, es de los preparativos bélicos entre las tres primeras potencias militares mundiales en el mar Caribe. Y parecería que no es precisamente por el tráfico de drogas del que se acusa a Venezuela, sino porque esta tiene las mayores reservas de petróleo del planeta. Esto tiene, pues, lugar en nuestro vecindario, en América del Sur, y afecta a nuestras exportaciones petroleras y a nuestra seguridad.
Vivimos en un mundo multipolar, de fuerzas militares espantosamente fuertes. Comercialmente, también, China es equivalente a Estados Unidos. Pues bien, este ha situado una poderosa flota naval en el mar Caribe, frente a las costas de Venezuela, con el objeto de intimidarla. Previendo esto, el Gobierno de Venezuela ha transferido con anterioridad la administración de su petróleo a China, quien ya está haciendo inversiones cuantiosas, incluida una gigantesca torre de perforación en el lago de Maracaibo. Tanto China como su aliada Rusia están ubicando fuerzas aéreas, navales y militares en Venezuela y sus cercanías. Un conflicto bélico nos afectaría inmensamente.
Visto este reordenamiento de los poderes mundiales, el Ecuador debe proceder con mucha prudencia. El Gobierno actual se ha incorporado en la línea de los Estados Unidos, pero no le conviene convertirse en su abanderado, pues eso lo puede transformar en blanco de eventuales represalias. Una base militar, que ya probó su ineficacia en Manta, es un desafío innecesario. (O)