En medio de las tinieblas en que vivimos por la violencia generalizada y la incertidumbre ocasionada por las elecciones anticipadas, dos relámpagos han cruzado el firmamento y dos truenos nos han estremecido: uno, el de la tímida actuación de la Corte Constitucional (CC) que solo ha destituido al presidente del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) y ha perdonado, sin razón, a los otros miembros del Consejo que contribuyeron con su voto al desacato al mandato de respetar las decisiones del Consejo transitorio que presidió Julio César Trujillo; otro, el de los asesinatos en las cárceles a siete presuntos sicarios implicados en el asesinato a Fernando Villavicencio.

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En el caso del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, el delito se consumó en el instante de la votación en la que se contrarió el mandato que blinda las decisiones del Consejo transitorio; todos los vocales que votaron en ese sentido debieron ser destituidos, sin excepción. Todas las arrogancias y maniobras del presidente del CPCCS pueden constituir agravantes, pero el delito se constituyó con la votación; el voto salvado en la Corte Constitucional del doctor Enrique Herrería señala que deben ser destituidos todos los vocales del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social que se unieron al voto del presidente. Víctor Hugo decía que el Derecho no puede estar, como el Coloso de Rodas, con los pies en dos orillas.

El otro relámpago, cuyo trueno es todavía más ensordecedor, es el del asesinato de los presuntos sicarios de Villavicencio en las cárceles de Guayaquil y Quito. El presidente de la República reorganizó los mandos policiales y carcelarios manteniendo en su cargo al ministro del Interior, quien es el responsable de la seguridad interior, con lo que las tensiones continuarán.

La ‘partidocracia’ y el ‘pueblo’

Han despedido al comandante y al director de Inteligencia de la Policía, a los que el ministro, suponemos, habrá señalado como los responsables de las terribles fallas. Por mi formación y experiencia, considero que hay un error fundamental: el de haber prescindido del control civil de los mandos castrenses, del militar y policial. En el caso que nos atañe, resulta que en los últimos años el ministro del Interior ha sido un oficial de Policía, y el que le sigue en el mando es el comandante general, quien es el oficial de Policía de más antigüedad; en el caso presente, las cosas se agravan aún más, porque el actual ministro es un oficial de la Policía de rango inferior al de los generales. Cosas muy graves, que las entendemos mejor quienes hemos recibido educación castrense.

Recuérdese que en los Estados Unidos el presidente Donald Trump, quien estaba empecinado en nombrar ministro de Defensa a un general amigo suyo, ya retirado, tuvo que obtener autorización expresa del Senado para hacerlo porque contradecía a la tradición. Esta horrible matanza de los presuntos sicarios tendrá serias repercusiones políticas para los actuales mandos, incluido el ministro del Interior. Las funciones de este ministerio deberían ser asumidas por el de Gobierno, como en el pasado. Esta división de funciones debilitó al poder, a la seguridad. (O)