Entre la avalancha de noticias apocalípticas me encuentro con dos gotas de humor en un mar de lágrimas. No perderé la oportunidad de comentar por fin algo bueno sobre la política. Quizá ya lo han visto, pero si no, háganme el favor: el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, cantando American Pie en una cena oficial con el mandatario estadounidense Joe Biden. No es “el loco que ama” cuyas extravagancias me hicieron adolecer aún más en mi adolescencia, ni ese Alvarito maestro en el arte de hacernos reír sin querer queriendo, no, el canto de Yoon Suk Yeol se ha convertido en espectáculo mediático por esa mezcla de alegría, sencillez y talento. Más allá del talento musical, brilla ese gesto de abrazar con entusiasmo y conocimiento algo del país que nos acoge. Imaginen qué honor sería si algún político o famoso visitara el Ecuador y nos saludara cantando unas líneas de Julio Jaramillo. Se lo agradeceríamos con toda el alma llena de sentimiento.

Quizá exagero la importancia de este gesto diplomático, pero confieso que me gusta mucho cantar, y creo que cuando cantamos mostramos un lado honesto y generoso de nuestro ser, aspectos ambos casi extintos en el escenario político actual que cada vez se parece más al puente de mando del Titanic. Dicho lo cual, asistiré al hundimiento sin separarme de esos músicos que en la película mantienen viva la ilusión de que no todo es tragedia durante una tragedia, recordándonos que también existe la belleza.

Quizá exagero la importancia de este gesto diplomático, pero... creo que cuando cantamos mostramos un lado honesto...

Cambiando de tema (la segunda noticia alegre tiene poco que ver con la belleza), resulta que el propietario de un edificio en Frankfurt ganó el juicio contra una compañía internacional que lo demandó para que dejara de tumbarse desnudo en su terraza visible desde sus oficinas. No tiene que ver con la belleza, digo, porque para los millones de alemanes que practican la FKK (Freikörperkultur: cultura del cuerpo libre) mostrarse desnudos en público implica la desexualización del cuerpo y el intento por liberarlo de la dicotomía cuerpo bonito/feo, atractivo/repulsivo (en los orígenes casi olvidados de esta doctrina lo fundamental era la salud). Para quien no ha sido criado entre esta gente, descubrirlos asoleándose como iguanas en playas y parques, tal como Dios los mandó al mundo en saunas y lagos, es un choque cultural del cual no se sale ileso. Un amigo estadounidense todavía no supera el trauma de hace 30 años cuando un grupo mixto de compañeros de universidad en Leipzig lo invitó a acompañarlos al sauna; desconocedor de las costumbres locales, se vio de repente confinado en un cuarto, rodeado de las partes privadas de sus compañeros que continuaban discutiendo como si nada el pesimismo cultural de Adorno. Me parece que muchos alemanes, especialmente del Este, consideran que el cuerpo no es más que una maquinaria útil para la vida, por eso lo visten (o no, según el clima) con prendas prácticas, zapatos que son engendros entre calzado medieval y ortopédico, y su combinación favorita de colores es mostaza con gris. Dicen que donde fueres haz lo que vieres, pero hay cosas a las que duele acostumbrarse. Mi consejo para los vecinos del nudista de Frankfurt: cortinas. (O)