Esta opinión podrá resultar visionaria para algunos e irracional para otros, sin embargo, los últimos hechos de la política internacional nos permite tener un vistazo de lo que se avecina en el futuro próximo. ¿Es pronto para hablar de desglobalización? ¿Será un fenómeno transitorio antes de un nuevo boom económico? Existen varios expertos en derecho internacional que pronostican, desde el 2018, la posibilidad de entrar en un proceso de desglobalización, pero ¿por qué?

Primero, la pandemia que se inició con una enfermedad respiratoria que afectó a gran porcentaje de la población mundial y que a inicios se consideraba fatal, se ha convertido en parte de nuestra “nueva normalidad”. Las consecuencias de la pandemia no fueron únicamente pérdidas humanas, sino que se crearon profundas brechas de desigualdad económica y social en países que habían logrado un crecimiento económico sostenido. El cáncer de la pobreza, desempleo e inequidad tocan la puerta a los países en vías de desarrollo, cada vez con más fuerza y presencia. Estas diferencias e inequidades no pueden resolverse en un instante, si bien fueron un par de años duros para la economía global, las secuelas calarán en la sociedad por un par de décadas.

Segundo, otra gran lección que nos dejó la pandemia es la necesidad de estar cerca. No solo de nuestros seres queridos, sino que también enseñó a las corporaciones a buscar proximidad con sus cadenas de suministros para evitar disrupciones, en caso de otro suceso mundial. Pero no tuvimos mucho tiempo entre la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania que ahora marca otra ruptura en la globalización.

La desglobalización no significa que ahora estaremos desconectados o desinformados, sino que el intercambio de productos se hará con aliados comerciales más próximos. Es decir, se debe tener a proveedores y clientes cerca para evitar desabastecimientos y conmociones sociales por la falta de productos.

Estamos en un momento crítico para el mundo como sociedad, economía y cuidado ambiental. Muchos científicos atribuyen el daño ambiental a la globalización, puesto que esta fue consecuencia de la revolución industrial y desarrollo económico insostenible. El movimiento de mercancías y personas ha creado un sinnúmero de nuevas industrias que generan empleos, así como riqueza a los países. Sin embargo, tenemos externalidades que atacan a la globalización una vez más; el cierre de puertos en China, especialmente Shanghái, ha ralentizado el tráfico de mercancías como de personas alrededor del mundo. Como resultado, se han encarecido nuevamente los fletes, pasajes, alimentos y cualquier producto que sea de primera necesidad para la subsistencia de la sociedad. Y la invasión rusa a Ucrania pinta un escenario para mirar casa adentro en lugar de buscar fuera.

Como corolario, la desglobalización no es negativa, solo es un fenómeno económico y comercial que va a desencadenarse tarde o temprano porque la idea de que el mundo funcione como un reloj suizo es utópica. Es preferible entender que cada cultura e ideología es particular, no muchas pueden convivir con otras, lo que nos llevará a una desglobalización progresiva y debemos estar listos para los cambios. (O)