Siguiendo la idea de Z. Bauman sobre un futuro puntillista donde los puntos intentan en vano formar un cuadro completo, la respuesta negativa a la consulta del 16 de noviembre muestra que lo ocurrido no puede atribuirse a una sola causa, persona o instante. El país –y sus circunstancias– forma parte de un sistema global y debe analizarse más allá de lo local. No hay hechos sino interpretaciones, escribía F. Nietzsche.
Adam Przeworski, el destacado filósofo político polaco, radicado en EE.UU., señala que debe reinventarse la democracia ante el avance del autoritarismo, ya que la evidencia muestra que su ciclo se acorta. Son dos los patrones que predicen su sobrevivencia: 1) riqueza económica (alto ingreso per cápita); y 2) historia de alternancia (cuatro transferencias de poder vía elecciones). Aunque los países ricos enfrentan conflictos culturales, la estabilidad económica es clave.
Przeworski afirma que la mayoría de las democracias duran unos 25 años y pocas superan los 50; Estados Unidos es la excepción. De 1788 a 2008 hubo más golpes de Estado (607) que elecciones (570), habiendo a la fecha 68 autocracias. Aun así, no cree que la democracia esté bajo estrés en democracias avanzadas, con excepción del gobierno de D. Trump, en el que se observan cambios alarmantes en servicios públicos y privados.
La Teoría de los stakes (lo que está en juego) sostiene que la democracia es más estable cuando las elecciones implican poco riesgo a quienes participan. Si no se juegan intereses personales críticos y hay alternancia política crece la confianza y baja la tensión. Cuando el gobierno impide que la oposición tenga oportunidad de ganar a futuro, esta podría optar por otros medios. Si todo está en juego, la derrota puede generar desconfianza y violencia. Cuantos menos stakes, mayor democracia.
El backsliding o retroceso democrático es un proceso y no el punto final. Sucede por dos razones: 1) tolerancia por resultados: los oficialistas priorizan sus políticas y aceptan la concentración de poder; 2) ventaja partidista tan grande que transgrede reglas para mantenerla, lo cual es tolerado por la mayoría. Esto puede originar una democracia iliberal: un ejecutivo sin límites; ventaja para el partido gobernante; partidos e instituciones que aparentan controlar; y la “voluntad popular” como justificación.
Przeworski plantea con honestidad qué sucederá frente a la incertidumbre actual. El paradigma está roto, y las lecciones y teorías de la historia se resquebrajan. Se advierten signos iniciales del retroceso, pero no se predice el final. ¿Se detendrá? ¿Se consolidará en autocracia? ¿Habrá restauración? Hay crisis intelectual en la ciencia política.
El profesor indica que la oposición no debe limitarse a defender el statu quo; más bien debe impulsar reformas democráticas, motivar a la juventud, y liderar un cambio generacional. “Lo que surja de las cenizas es difícil de visualizar, pero será una rara oportunidad para una reforma fundamental”; aferrarse al pasado contribuye a la erosión democrática.
Y es que, como expresaba Humberto Maturana, “la democracia es una obra de arte”. (O)