¿Quién organizó y ejecutó el paro de los indígenas? ¿Es la primera vez que lo hacen? ¿No saben que la violencia siempre genera violencia y que tarde o temprano habrá muertos y heridos? ¿Quién responde por las pérdidas de los negocios y el tiempo que pierden las personas que deben caminar horas para llegar a sus trabajos? No son novatos, son dirigentes curtidos en la lucha, inteligentes, planificadores, valientes. Pero es hipócrita y de mala fe achacar al Gobierno de todas las calamidades que causan sus decisiones. El Gobierno debe imponer el orden, cuidar los caminos, permitir las actividades productivas, dar seguridad a la población. Cuando alguien altera el orden social, debe atenerse a las consecuencias funestas de sus actos y no culpar a la fuerza pública.
El soldado es entrenado para matar. Para defender al país en caso de conflicto internacional, y eventualmente para imponer el orden interno cuando se altera gravemente. Su defensa se entrega a la Policía. Estos principios deben ser conocidos por los dirigentes del paro.
Las noticias de la televisión muestran que, en varias ciudades y poblaciones de la Sierra norte, hay encapuchados que obligan a cerrar los negocios. También a individuos avezados que disparan armas rudimentarias contra los militares. Una gran masa de mujeres los sigue, y parece que son usadas como escudos porque detrás de ellas se ve a los reales agitadores y vándalos.
También es indignante ver cómo a un hombre caído y a quien trató de defenderlo o ayudarlo algunos militares les caen a patadas (debería escribir puntapiés como diría de humanos) hasta que muere. En los antiguos barrios de Guayaquil, cuando se peleaba a trompones y uno caía al suelo, todos decían: “no le pegues en el suelo”, porque hacer eso era un signo de cobardía. A esos individuos no puede aplicárseles el “perdón previo” porque son abusivos y cobardes.
Los dirigentes indígenas con las caras pintadas y adornados con plumas debieron haber previsto la consecuencia de sus decisiones, con las experiencias habidas en 2019 y 2022. Ellos son culpables y coautores de los daños causados por el paro que convocaron. La culpa es la falta de previsión en vista de los antecedentes históricos.
También debieron tener en cuenta de que los especuladores incrementarán a su placer los precios de las subsistencias. En mercados de algunas ciudades la comida cuesta más y el pretexto es el precio incrementado del diésel.
Por su parte, el Gobierno debe tener cuidado en reprimir según el grado de la agresión y no darles “el muertito”. Ya se lo dieron y en forma escandalosa y pública. Las tropas no pueden considerar a los manifestantes como si fueran soldados enemigos de otro país que nos agrede. Son compatriotas, muchos de ellos sufren las consecuencias de las inevitables medidas económicas del Gobierno. Sería bueno preguntar a los dirigentes del paro: ¿de dónde saldrán los ingresos fiscales si se deroga el incremento del diésel y se reduce el IVA? No me vengan con el cuento de que hay que cobrarles a los ricos. Sin embargo, exigen obras y ayudas.
Todas las personas sensatas claman por el orden y la paz. Ya. (O)