La Guerra de Corea (1950-1953) fue el primero y más cruento episodio de la Guerra Fría, activo hasta hoy, aunque poco conocido y discutido en este lado del mundo. Las pruebas nucleares y periódicos lanzamientos de misiles por parte de Corea del Norte nos lo recuerdan con frecuencia. Pero esto podría cambiar. El 13 de diciembre, durante una visita oficial a Australia, el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, afirmó en rueda de prensa que Estados Unidos, China, Corea del Norte y su país acordaron elementos básicos para declarar el fin definitivo de la Guerra.

No es una declaración menor. En julio de 1953 se firmó un armisticio entre los representantes de Corea del Norte, China y Estados Unidos en el paralelo 38, que divide las dos Coreas. Un armisticio es un acuerdo entre países beligerantes que dejan de combatir con la finalidad de discutir una posible paz. La hostilidad entre los dos extremos geográficos y políticos (norte comunista y sur capitalista) hizo que los dos presidentes electos poco antes de la guerra (1948) –Kim Il-sung del Norte y Syngman Rhee del Sur– no negociaran uno con otro sino por medio de sus aliados e intermediarios. Ambos exigían la unificación del país, dividido en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, pero bajo su mandato y sistema político. Así, los cruentos combates cesaron, pero la guerra técnicamente sigue vigente.

Este es un capítulo muy duro de la historia de Corea. Comenzó con una sorpresiva invasión de Kim Il-sung al territorio del Sur en junio de 1950. Dejó más de cuatro millones de muertes, principalmente soldados y civiles coreanos, del Norte y del Sur, pero también de tropas aliadas de ambos lados. China, que apoyó al Norte, perdió más de un millón de soldados. También murieron más de treinta mil soldados estadounidenses y otros de tropas aliadas que apoyaron al Sur; entre ellos, de países latinoamericanos, como Colombia y Puerto Rico. Ecuador envió grandes cantidades de arroz, por lo cual tiene un reconocimiento en el Museo de la Guerra. Este es parada obligatoria en una visita a Seúl. Allí es grato encontrar la bandera del Ecuador con información de su solidaridad con un país que quedó devastado y desmoralizado luego de la guerra. A propósito, en 2022 se celebrarán 60 años del establecimiento oficial de relaciones bilaterales entre Ecuador y Corea del Sur.

Para hacer una declaración de esta dimensión Moon seguramente cuenta con certezas. Si bien la firma del fin oficial de la Guerra de Corea no significaría la inmediata desnuclearización de la península, sería un gran primer paso. Moon busca que ello ocurra antes del final de su mandato, en mayo de 2022. Él ha sido el motivador silencioso de los diálogos de pacificación de la península coreana. La historia, y quizá la Fundación Nobel, debería reconocerlo como un gran pacificador. Mientras tanto, seamos optimistas y esperemos que el final oficial de la Guerra de Corea se firme y que represente el cierre de un doloroso capítulo de la historia coreana, que tuvo importantes connotaciones en el posterior orden mundial. (O)