La carrera política de Daniel Noboa ha sido corta, pero profundamente exitosa. Una postulación para la Asamblea Nacional: electo; una postulación para la Presidencia de la República: electo.

Aunque las estadísticas siempre son materia de interpretación, y como toda creación del ser humano, manipulables, en esta ocasión los números políticos del flamante presidente electo son contundentes.

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Y es precisamente esta estadística, la principal carta de presentación política de Noboa. Puede que no tenga amplia trayectoria en el ejercicio público, ni haciendo dirigencia partidista o gremial, pero nadie llega a donde él ha llegado sin saber leer ni escribir.

A diferencia de Lasso, que no habría alcanzado la Presidencia sin el apoyo de Jaime Nebot y el PSC, o de Lenín Moreno sin el apoyo de la estructura correísta (en esa época, bajo el control de todos los poderes del país), Daniel Noboa llega a Carondelet por mérito propio. Su propia imagen, su propia campaña, recursos propios, candidatos propios, equipo propio. Sin deberle favores a ningún cacique político ni dinero a empresarios tenedores de bonos de deuda externa, o contratistas públicos.

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No tengo la menor duda de que su conscripción política la tuvo en las múltiples campañas presidenciales en las que acompañó a su padre. En ellas, con seguridad, aprendió las maromas de asesores, lamebotas, vendedores de humo, buenos dirigentes, estrategas, recorridos, discursos, organización política, etc. Tampoco queda la menor duda de que aprendió, rápido y bien. Pero, como él mismo lo dijo en su breve pero muy sentido mensaje público el pasado domingo, luego de conocer los resultados, la campaña terminó y ahora toca gobernar.

Daniel, llegas en uno de los momentos más críticos... Contigo levantamos la cabeza o nos terminamos de hundir.

Le corresponde ahora cumplir con sus electores y con el país. Le corresponde ahora formar un equipo que debe tener el equilibrio de experiencia y juventud; de preparación académica y capacidad de ejecución. De gente honesta y comprometida con los más altos intereses nacionales. De ecuatorianos que no vean la función pública como el medio para asegurarse una fortuna (y después volverse “empresarios”), sino como una oportunidad de servir al país. Tarea que no será fácil, sobre todo por este último asunto, considerando que lamentablemente, y con muy pocas excepciones, esa ha sido la tónica del Ecuador en las últimas décadas y muchos jóvenes están convencidos de ello.

Le corresponde convertirse en el líder que tanto se necesita y extraña.

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Daniel Noboa debe ser un líder que tome decisiones por convicción propia (no de sus asesores), asumiendo riesgos. Un líder que inspire a su equipo y al país. Un líder capaz de sentarse con Dios y con el diablo, si es necesario, por el bienestar del país.

Un líder integrador, un líder que promueva acuerdos y consensos, que únicamente persiga a los enemigos del Ecuador, no a sus críticos, competidores de sus empresas, o rivales políticos.

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Un líder cuyo combustible sea el éxito del país y no su éxito personal.

Daniel, llegas en uno de los momentos más críticos de la historia del Ecuador. Contigo levantamos la cabeza o nos terminamos de hundir.

Que Dios te bendiga y con ello, al Ecuador. (O)