Las vacunas, y no solo las paliativas de los efectos del COVID, nos permiten graficar un efecto informativo ancestral, que parecería estar en extinción, ante la infinidad de opciones y accesos a montañas de datos que da la tecnología.

El “emburbujamiento” masivo es uno de los riesgos principales en sociedades que requieren ciudadanos informados...

El efecto al que me refiero es el que provocan las vacunas desde nuestros años escolares: odio al pinchazo, pero la difícilmente masticable razón de que es mejor aceptarlo por si el mal se aproxima y entonces necesitaré que salte a escena, en mi defensa. Lo mismo con la información importante más que interesante, que usualmente viene en el asiento de al lado de la que nos divierte: aunque creamos que no me sirve, es mejor consumirla para cuando necesite saberla y usarla en la toma de decisiones.

Esa apertura mental que ha tomado siglos para consolidarse aparece en serio riesgo ahora por la fuerte vigencia de lo que el mundo digital ha dado en llamar “filtro burbuja”, un algoritmo que escoge los contenidos en función de los gustos y preferencias del usuario, al que también ha espiado lo suficiente sin que lo perciba. Un filtro que le dará especialmente información que coincida con sus propios puntos de vista y los de sus allegados, sumergiendo a las audiencias en un profundo sesgo informativo.

¿Podemos dejar fuera de la información la diversidad de puntos de vista que, aunque no sean de nuestro agrado, amplían la visión que tengamos de un hecho? ¿Es eso aceptable en el momento político y social en el que nos encontramos como país? Y el principal instrumento de este “emburbujamiento” vienen siendo las redes sociales y la inagotable intención de quienes las utilizan para informar, de complacer a todos en sus gustos y sabores, como si en la infancia nos hubieran dado a escoger entre la vacuna y un chupete, pues sin duda todos los pinchazos se habrían caducado, sin uso.

“Uno de los mayores problemas que afronta actualmente el periodismo es que la gente está cada vez más atrapada en burbujas de conocimiento”. La frase es de Rebecca Blumenstein, directora adjunta de Redacción de The New York Times, durante una reciente conferencia que pude ver. Y hacer “explotar” esas burbujas, dijo, es su principal tarea en el diario.

En ese contexto, la pandemia del COVID tan rápido como se propagó en el mundo ha magnificado la creación de burbujas de conocimiento, con toda una lluvia de supuesta información sobre la infección y su mortalidad, menospreciando el dato oficial, que a la cuenta era el único confiable.

Más contexto lo dan también los líderes autocráticos del mundo, que usan el algoritmo aquel para sembrar fake news que desprestigien todo aquello que va en contravía de sus acciones y convicciones. Líderes que por décadas se han dedicado a desprestigiar al periodismo libre.

El “emburbujamiento” masivo es uno de los riesgos principales en sociedades que requieren ciudadanos informados para la correcta toma de decisiones. Pero no todo está perdido, cada vez que ocurre una tragedia o una decisión trascendental, las audiencias corren en busca de confirmar en fuentes y medios tradicionales. Que esa sea la punta de lanza que de a poco haga explotar las burbujas. (O)