¡Qué peligrosa es la gente honesta! Esa que es frontal y dice lo que siente, incluso, reconoce cuando no sabe lo que quiere. Se debería prohibir a este tipo de personajes andar libres por las calles, porque cuando abren la boca, sus palabras tocan música inusual que hipnotiza a sus oyentes, son personajes parecidos a los niños, viven en un constante descubrimiento del mundo y mantienen intacto su poder de asombro. Se descubre fácilmente cuando algo les ha llamado la atención porque sus ojos que pueden estar danzantes y dispersos, de repente, se abren como un pozo sin fondo absorbiendo la maravilla a la que han sido expuestos.
¡Qué peligrosa es la gente que logra hacer que las nubes digan su nombre y el viento sople a su favor! Pienso que son gente que tuvo un aprendizaje diferente, personajes que la vida los aterrizó en una realidad compleja desde muy pequeños y eligieron las herramientas adecuadas para sobrevivir, vivir y destacar. Mis favoritos, porque me identifico con ellos y su soledad, son quienes encontraron en laberintos de libros el camino de regreso a sí mismos, teniendo la música como estrella dirigente. Estas personas son resilientes y no le temen al cambio, por el contrario, los desafíos que hacen temblar sus rodillas son justo el lugar donde se lanzan sin paracaídas.
¡Qué peligrosa la gente que tiene el corazón andariego como gitano! Ese tipo de gente que abre puertas imposibles de cerrar, aun cuando ya no están, pero que, en su partida, es imposible guardarle un sentimiento ajeno al cariño, agradecimiento o admiración. Esa gente que ama hasta desbordarse y tiende su mano generosa a quien la necesite sin esperar una retribución. Esos, que parecen que viajan sobre caballos salvajes, como si estuvieran apurados en llegar a un lugar que solo ellos conocen, pero al mismo tiempo, saben detenerse para disfrutar una copa de licor y reír a carcajadas de las cosas de la vida.
¡Qué peligrosa es la gente que nos enseña que la felicidad sí existe! Esa gente que mira la adversidad como una oportunidad y tiene claro que rendirse no es opción. Esos personajes que nos abrazan completamente, con problemas, demonios, temores y también con nuestras puestas de sol, para demostrarnos constantemente que no estamos solos y que no es necesario ser iguales para ser complementarios como piezas imperfectamente perfectas de un rompecabezas.
Finalmente, esta columna está pensada en la gente que toma riesgos, ama sin medida, se desafía constantemente, no teme a los cambios, sabe reconciliarse con su pasado para poder planear el futuro, sin olvidarse de vivir el presente y se levanta luego de una caída. La vida después de los 50 tiene hermosas mañanas y los atardeceres son prometedores, la noche, todavía sentimos lejana. Corolario, en este mes que se inicia, quiero recordar un extracto del poema Invictus de William Henley “Más allá de este lugar de ira y llantos acecha la oscuridad con su horror. No obstante, la amenaza de los años me halla, y me hallará, sin temor. Ya no importa cuán estrecho haya sido el camino, ni cuántos castigos lleve a la espalda: soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”. (O)