Proteger la región Amazónica es crucial para el futuro de todos. Si fuese un país, la Amazonía sería el sexto más grande del mundo. Con casi un tercio de los bosques tropicales del planeta, almacena hasta 200.000 millones de toneladas de carbono, con un efecto mitigador en el cambio climático. Y el 70 % del PIB de Sudamérica depende de los ciclos de lluvia regulados por la cuenca del Amazonas.

Sin embargo, este ecosistema está alcanzando un punto de inflexión ecológica y podría perder la capacidad de sostenerse a sí mismo. Si eso ocurre, perderíamos un regulador climático clave para combatir el calentamiento global.

Necesitamos ser más ágiles y ambiciosos para proteger la región y sus 60 millones de habitantes. La única forma de hacerlo es a través de la colaboración.

Ecuador, al formar parte de la Amazonía, desarrolla proyectos como el programa BASE, para el financiamiento de bionegocios, para impulsar actividades productivas sostenibles que proporcionen alternativas económicas para las comunidades locales y reduzcan los potenciales impactos ambientales y sociales negativos.

Además, el compromiso del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con la Amazonía ecuatoriana se ve en programas que buscan mejorar las condiciones de vida de los pueblos indígenas y con apoyo financiero a la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) para fortalecer su liderazgo regional.

Necesitamos aumentar nuestra capacidad para organizarnos e implementar proyectos. El nuevo programa Amazonía Siempre, creado por el BID y los ministros de Hacienda y Planificación de los países amazónicos, busca actuar como paraguas para la coordinación de las diversas iniciativas en la región y puede ser una herramienta para apoyar los objetivos definidos por los países amazónicos en el contexto de la Cumbre de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), en Belém.

El desarrollo sostenible de la región requiere de un enfoque holístico y coherente basado en: (I) la lucha contra la deforestación, la mejora de los controles medioambientales y la oferta de alternativas económicas sostenibles, en particular a través de la bioeconomía, (II) apoyo a las personas y comunidades de la Amazonía, (III) la mejora de la calidad de vida en las ciudades amazónicas, y (IV) la promoción de infraestructura, incluida la conectividad digital.

Tres dimensiones son claves para tener éxito.

Primero, es fundamental ampliar la disponibilidad del crédito público y privado, crear instrumentos innovadores para captar los recursos necesarios como los bonos verdes vinculados a la sostenibilidad que el BID ayudó recientemente a desarrollar en Uruguay. Incluso pensar en bonos amazónicos y en conversiones de deuda por naturaleza, como la que el BID impulsó recientemente para ayudar a Ecuador a ahorrar más de 1.000 millones de dólares para conservación en las islas Galápagos.

Segundo, es necesario fortalecer la planificación y ejecución de proyectos para que los recursos generen impacto. Estamos creando una Plataforma de Socios Regionales de la Amazonía para desarrollar planes de inversión y aumentar proyectos desde infraestructura sostenible hasta en áreas sociales.

Finalmente, compartir conocimientos e innovaciones basados en evidencia para impulsar investigación y ayudar a los tomadores de decisión a crear mejores oportunidades en la región.

La Cumbre de Belém nos da la oportunidad de pasar de las palabras a los hechos. Si no preservamos una Amazonía para siempre, es difícil pensar en un futuro para siempre. (O)