¿El 4 de septiembre próximo morirá definitivamente la Constitución chilena de 1980 del general Augusto Pinochet o “resucita” para frenar las demandas del movimiento social de octubre del 2019? Mentalizado por Jaime Guzmán, dicho documento constitucional permitió al régimen militar gobernar con mano dura, y a los ‘Chicago Boys’ posicionar la economía neoliberal apoyada en “…la razón o la fuerza” y un consumo exacerbado que aumentó la brecha social. Chile, considerado de mayor solidez económica regional, escondía diferencias abismales. Todo se convirtió en bien de consumo; el ser humano se consumía entre deudas e insalubridad mental. Salud, educación, medio ambiente y recursos naturales, pueblos originarios, inmigración, empleo, jubilaciones, entre otros temas, estallaron en demandas populares que acorralaron al entonces presidente Sebastián Piñera e impusieron un plebiscito.

En octubre del 2020 el 79 % de votantes aprobaron la redacción de una Constitución más justa a través de una Convención Constituyente. Sectores privilegiados ven amenazados sus intereses. Utilizan su poder político y comunicacional para demonizar la Carta Magna planteada. Cierta disconformidad con el presidente Gabriel Boric por el manejo del tema mapuche, la oposición al nuevo retiro de fondos de pensiones, la inseguridad económica y ciudadana; sumado a vacíos en el nuevo texto y la campaña de terror con Chávez, Allende, Fidel celebrando en la Alameda, la “indeseada inmigración”, la fuga de capitales, la plurinacionalidad e interculturalidad dividiendo Chile y otras falacias, alimentaron el Rechazo y su posibilidad de triunfo. De suceder, esta sociedad ávida de cambios profundos derrocharía la oportunidad y complicaría más al gobierno; el Apruebo es pasaporte para cumplir promesas a una calle hoy fragmentada.

De triunfar el Apruebo, el oficialismo se compromete a revisar el texto... de hacerlo el Rechazo, la oposición sugiere más modificaciones.

Varios votos del Apruebo de entrada, hoy se alinean con el Rechazo de salida. Según Thomas Hobbes, toda acción humana responde al impulso natural, y cada quien tiene interés de acuerdo a su instinto de conservación. En muchos ciudadanos el Apruebo o Rechazo apela a dicho instinto sobre lo ideológico. Defensores del Apruebo aceptan la pérdida de adeptos; sin embargo, creen tener margen para triunfar y estructurar el nuevo contrato social exigido en las protestas. Saben que es ahora o nunca para desterrar la Constitución de Pinochet modificada varias veces postdictadura.

El panorama para el Gobierno es muy complejo. El presidente descarta un nuevo plebiscito si gana el Rechazo, pero apoya una nueva Convención. Dialoga con la oposición; anticipa escenarios que no afecten la institucionalidad. De triunfar el Apruebo, el oficialismo se compromete a revisar el texto propuesto; de hacerlo el Rechazo, la oposición sugiere más modificaciones al vigente. Rechazar sería perpetuar un pasado sombrío, negar la realidad de un nuevo Chile. Aprobar es enfrentar el presente dando un salto social al futuro, sintonizar con la ciudadanía hambrienta de equidad y justicia; pero también condiciona escuchar, enmendar errores, unificar, devolver la ilusión a electores desencantados con algunas acciones del novel gobierno. (O)