Sabios en distintos campos del pensamiento, las artes, las ciencias, la economía, la medicina, la tecnología, la politíca..., han hecho historia, destacando en su mayoría, como el filósofo griego Sócrates, que el camino para obtener conocimiento es la sencillez.


“Solo sé que no sé nada”, es una muy conocida frase, se dice que es del griego Sócrates, uno de los más grandes filósofos de la historia (470 a. C.–399 a. C.), fue hijo de un artesano y una partera, ejerció la misma profesión que su padre. Sócrates dudaba de todo, como de las gentes a las que las consideraban sabias. Su amigo el sabio Querefonte, según la historia, fue a preguntar a las adivinas del oráculo de Delfos si había alguien más sabio que Sócrates, y le dijeron que no había más sabio que este. Sócrates se entera y duda (una costumbre que lo caracterizaba), interroga a los que tenían fama de mucha sabiduría (políticos, artistas, poetas, científicos, arquitectos...), todos creían saber de todo. Terminó descifrando en ellos lo contrario a la sabiduría, pues a pesar de que eran ilustrados en sus materias, eran incapaces de admitir su ignorancia en otras, y esto era igual a nula sabiduría. Sócrates deduce que si él es el más sabio, es porque no cree saber lo que no sabe, y eso es lo que lo diferencia de los sabios. Dice después: “La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia”. Concluyó que a diferencia de esas personas, él era capaz de admitir su desconocimiento y eso era una virtud imprescindible para convertirse en un sabio.

Admitamos la ignorancia y seremos sabios, puesto que a diferencia de otras personas seremos racionales en nuestros desconocimientos y aprenderemos motivados, la verdad acerca de lo que desconocemos; solo así llenaremos nuestros espacios vacíos. Admitir la ignorancia es una puerta que siempre estará frente a nosotros, y nosotros decidimos si la mantenemos abierta en nuestras vidas o no. Compartamos nuestros conocimientos con los demás sin humillar, sin ser altivos, con máxima humildad. Cada día pensemos y cuestionemos como si fuese el último, como lo hizo Sócrates. (O)

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Piero Andrés Rendón Chávez, 18 años, estudiante de Literatura; Guayaquil