Pocos años más merecedores que 2020, de ser despedido con quema de viejo, sana costumbre hoy suspendida. Las esperanzas son que 2021 sea mejor. Si bien se inicia bajo la amenaza de una nueva ola de COVID-19 con una cepa más agresiva (aunque no más mortífera), este mes se iniciaría la vacunación, 50.000 dosis de la vacuna Pfizer, protegiendo a 25.000 trabajadores de primera línea: el principio del fin de la pandemia.

El resto de la población comenzaría a vacunarse en marzo, pero está por definir cuándo estará vacunada una masa crítica que extinga la pandemia. No está claro que el país recibirá de Pfizer las dosis suficientes. Esta vacuna solo es aplicable a mayores de 16 años.

El Ecuador tiene asegurado el suministro de la AstraZeneca, que es más fácil de manipular y tiene menor costo, pero el desarrollo de esta vacuna ha tenido algunos tropiezos; demorará unos meses en estar disponible. Rusia y China tienen sus vacunas listas, pero no han dado a conocer los resultados de sus pruebas.

Del avance en la vacunación depende la normalización de las actividades y, por ende, la reactivación de la economía.

La reactivación está en nuestras manos, puesto que elegiremos un nuevo gobierno.

La mejor opción es iniciar una gran marcha, a paso seguro, en que abandonemos las malas prácticas del pasado que impidieron que Ecuador aproveche la bonanza petrolera para desarrollarse. De esa manera iniciar un nuevo periodo de crecimiento: lo que hizo Chile en los ochenta y Perú en los noventa. No hay que inventar la pólvora.

Tres ejes tiene esa estrategia: -Mejor administración pública. Ecuador tiene sobre 600.000 empleados públicos, masa salarial impagable, y mediocres servicios. Hay espacio para mejorar la atención al ciudadano, reducir la tramitología, bajar la nómina y así acabar con el déficit fiscal. -Maximizar la renta fiscal de los considerables recursos naturales. Aumentar la producción petrolera, no poner obstáculos a las mineras que están tocando la puerta para que les permitan invertir. -Mejorar el entorno para la inversión privada. Menos trabas; reducción de aranceles a insumos; medidas que bajen costos; legislación laboral, tributaria, de mercado de valores y otras conforme a las mejores prácticas internacionales. La inversión fluiría y con ello el empleo, llevando prosperidad a todos.

Optemos por un candidato que haya venido estudiando los problemas, preparando las soluciones, y que esté listo a ponerlas en práctica tan pronto se posesione. Pero hay el peligro de que el electorado se deje seducir por el regreso del correísmo, solo que esta vez sin dinero del petróleo ni abundante endeudamiento externo, sino gastándose el ahorro de los ecuatorianos, al menos la parte que está depositada en el Banco Central, emitiendo dinero electrónico sin respaldo y creando una efímera sensación de abundancia seguida de un colapso descomunal.

2021 se apunta como un año de inflexión: aquel en que el electorado, por fin, tome un rumbo que nos saque de la pobreza, o en contraste, opte por sumirse en el caos, como si no nos bastara el ejemplo de tantos venezolanos en nuestras calles, sin vivienda ni empleo fijo, pidiendo auxilio en un país extraño, cuando hasta el advenimiento del chavismo gozaban del mejor nivel de vida de Latinoamérica. (O)