El 2021 se ha iniciado con los mejores presagios al regir la decisión 74/244 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que lo declara el año de las verduras y frutas, con el afán de sensibilizar la conciencia mundial sobre la importancia radical de su producción, comercialización y cotidiano consumo, para que instituciones públicas, privadas, el espacio académico y científico, en el campo de sus influencias, promuevan masivamente la alimentación sana, incluyendo prioritariamente la siembra generalizada, correcta degustación en porciones óptimas, su aconsejada preparación, conservación e industrialización, sin alterar sus bondades intrínsecas con aditamentos degradantes y evitar su oneroso e impío desperdicio.

Indiferente de las virtualidades consustanciales a los vegetales, es escasa su presencia en la dieta alimentaria diaria, cuando bastarían 400 gramos por persona para que se evidencien sus efectos nutritivos, mientras se exhiben desgarradoras cifras de 3,9 millones de fallecimientos en el 2017 (OMS, 2019), 14 % de cáncer gastrointestinal, 11 % de muertes por cardiopatías isquémicas y 9 % de óbitos por accidentes cardiovasculares, según Afshin y otros (2019), por falta de frutas y verduras como consta en su soberbio estudio de los principales alimentos y nutrientes en 195 países y el impacto de la precaria ingesta en la mortalidad por enfermedades no transmisibles. También denota la decisión de las Naciones Unidas, la necesidad de minimizar el descarte de nutrimentos ligeramente averiados, que sobran, cuando deben dirigirse humanitariamente a sociedades que padecen hambre, pobreza absoluta con desnutrición adulta e infantil, agravadas con impactos ambientales.

El mundo tiene que luchar para que esta preclara manifestación de las Naciones Unidas no quede en mera declamación filosófica, sino que se convierta en realidad, que el cultivo hortícola sea parte de la vida de cada persona en un medio tan apropiado como el tropical-ecuatorial, que la prodigiosa naturaleza ha conferido, haciendo posible tener tan cerca una diversidad de plantas de todos los colores y sabores, susceptibles de convertirse en exquisitos bocados, frescos o cocidos y satisfacer los más exigentes paladares; de allí que es fundamental que las organizaciones sociales, gremiales, educativas, gubernamentales, municipales, expresen su respaldo a las Naciones Unidas en una propuesta que debe ser recibida con entusiasmo y puesta en práctica de forma inmediata.

Celebramos la decisión de la señora alcaldesa de Guayaquil de asumir con voluntad firme, digna de emulación, la exhortación de la ONU al poner el ejecútese al proyecto de 500 huertos comunitarios, a implantarse en el 2021 en varios sitios del ámbito urbano, que se verá embellecido con multicolores hortalizas, de frutos, tallos, flores, hojas, raíces y ofrecer cosechas en ciclos tan cortos como de 25 a 180 días, siempre frescas, para suplir desbalances dietéticos de un grueso poblacional de familias comprometidas en entronizar y transformar sus balcones, terrazas, patios, jardines, paredes, en espacios para sembrar, cuidar, extasiarse y degustar con alborozo el fruto de un amoroso esfuerzo personal. (O)