Muchas personas son víctimas de abuso de diverso tipo. A ello contribuye su fragilidad psicológica, y en esta influye en alto grado su historia de vida, su infancia, su entorno, su vida escolar, colegial, entre otros. Para combatir esa fragilidad y sus lamentables consecuencias es muy importante trabajar desde muy pequeños en la autoestima de las personas.

Una apropiada autoestima, que se traduce en el aprecio que sentimos por nosotros mismos, indudablemente ayuda al fortalecimiento de la personalidad, de la confianza, de nuestras expectativas de éxito, del respeto hacia los demás, pues la autoestima nos debe enseñar que no podemos ni debemos afectar a terceras personas, que debemos respetar su integridad, sus derechos, sus intereses. Puede decirse que la autoestima no tiene un lado oscuro; es fuente de bienestar, de entereza, de respeto. Luego, individualmente y también como sociedad, debemos construir nuestra autoestima por nosotros mismos y por nuestros semejantes.

El entorno de pobreza, de relaciones familiares lamentables, de violencia, de padres controladores y asfixiantes, de comparaciones con terceras personas, puede afectar notablemente la autoestima de las personas convirtiéndolas en presas fáciles del abuso del más variado tipo. Un niño o una niña con baja autoestima muy posiblemente no reaccionará ni reportará la situación cuando un compañero o alguien de un grado más alto se le come el lunch, lo golpea, lo empequeñece con sus insultos. Si una situación así se proyecta y se multiplica, entonces se puede entender por qué hay tanto abuso en nuestras sociedades.

Esto nos lleva a plantear que la familia, la sociedad y el Estado deben trabajar estratégicamente en la construcción de la autoestima de los niños, de las niñas, de los adolescentes; ellos serán los trabajadores del futuro, los esposos, las esposas, las madres, los maestros, los empresarios, las defensoras de los derechos humanos, los empleadores, las jueces, etcétera. Y proyectarán consciente o inconscientemente sus vivencias, lo que les dejó su entorno, su vida familiar, sus momentos de felicidad.

No debemos permitir como sociedad que lo que se proyecte sean tristezas, frustraciones, limitaciones, abusos. Para ello propongo que se establezca como parte del pénsum académico de la educación primaria y secundaria la cátedra de Autoestima. Me parece que ello contribuirá grandemente a evitar y combatir el abuso de las personas tanto físico como psicológico y sexual.

Una mujer maltratada seguramente tendrá una baja autoestima, máxime si el abuso es permanente; un niño maltratado por desgracia aprenderá que el irrespeto hacia él no representa ninguna novedad; un adolescente humillado por sus compañeros posiblemente se convierta en un abusador cuando se case. Es decir, la cadena de problemas psicológicos y de afectaciones a la sociedad es muy grande.

Estas tristezas sociales las podemos enfrentar con estrategia, con responsabilidad, evitando y combatiendo la fragilidad psicológica, el irrespeto, el fracaso. Para ello debemos unirnos: la familia, la sociedad y el Estado. Una apropiada autoestima es la mejor estrategia de vida. Lo debemos asimilar individualmente y como sociedad. (O)