Hay dos elecciones en América, en estas semanas, a las que debemos prestar atención porque significan lecciones para nosotros, para nuestro proceso electoral, que ya está corriendo, y porque la segunda de ellas, en el tiempo, puede afectar a tantos órdenes, particularmente de nuestra economía. Me refiero a las elecciones en Bolivia del próximo domingo y a las de Estados Unidos, en menos de un mes.

En Bolivia, que ha vivido en los últimos dos años una etapa tumultuosa, sangrienta, con alteración del orden constitucional, tendrán lugar elecciones presidenciales el próximo domingo, y existe la posibilidad de que vuelva a triunfar el candidato del socialismo del siglo XXI; es decir, volvería al estado de cosas vigente antes de la caída de Evo Morales. Como este no puede ser candidato nuevamente, y ni siquiera regresar a su país porque sería detenido, su partido, el MAS, ha presentado la candidatura del hombre que manejó con éxito las finanzas públicas durante los años que gobernó Evo Morales. El candidato Luis Arce tiene, pues, luz propia. Al frente tendrá al expresidente Carlos Meza, quien tendría oportunidad de clasificar a una segunda vuelta, si fuera el candidato único de los movimientos opositores que provocaron la caída de Morales; para consolidar la candidatura de Mesa, han renunciado a las suyas la actual presidenta del Gobierno transitorio, el expresidente Quiroga, y otros, pero mantiene la suya Luis Fernando Camacho, uno de los líderes regionales que combatió a Morales; él está tercero en las encuestas y, si no cede, probablemente ocasionará que Mesa no clasifique para la segunda vuelta electoral y Arce se imponga en la primera. El MAS habría, así, reivindicado a Morales y empezaría la persecución de los que lo destituyeron. El MAS acusa de que se han cambiado las reglas del juego por un supuesto conteo de votos sin el acompañamiento de las Actas de las votaciones. Todo anuncia que habrá violencia.

Me parece que la situación en Ecuador es un tanto distinta, porque el candidato a presidente por el socialismo del siglo XXI era desconocido hasta hace pocas semanas y porque la izquierda está dividida por la candidatura de Pachakutik; es decir, Arauz puede clasificar a la segunda vuelta, pero, si lo consigue, sería por estrecho margen. Difícil predecir el resultado de la primera ronda, y más todavía de la segunda.

En los Estados Unidos hay el hecho insólito de que el presidente que se postula para la reelección predice fraude electoral y deja en duda de si aceptará una normal transición si vence Biden, el candidato demócrata. Se acusa a Trump de un manejo arrogante e ineficiente de la pandemia, que ha cobrado más vidas que en cualquier otro país del globo. Ningún otro presidente, que se recuerde, ha provocado tanta división en la política doméstica e internacional. Ha desconocido Tratados, e impuesto sanciones económicas a los países objeto de su animadversión, y, también, a los que tengan relaciones económicas con ellos. Acaba de imponer que la presidencia del BID deje de estar en manos latinoamericanas.

Estas dos elecciones constituyen lecciones para nuestra política. (O)