El lector habrá escuchado las versiones más contradictorias sobre todos los aspectos de la pandemia. No hablamos de leyendas urbanas, de fake news, de rumores pseudocientíficos, potenciados en las redes sociales. Hablamos de publicaciones serias, incluso especializadas. Por ejemplo, puede haber leído que los niños son unos supercontagiadores, mientras que algún experto dice que los niños tienen baja carga viral, por eso resisten mejor la infección. Ambas ideas vienen respaldadas científicamente. Tardará la humanidad décadas en procesar toda la información que el inusitado fenómeno genera.
En el tema de las medidas de sanidad pública apropiadas para combatir la pandemia, por una parte están los que sostienen que las cuarentenas con paralización social y económica absoluta son el tratamiento adecuado. Vía que adoptaron España, Italia, otros países europeos y latinoamericanos, entre ellos Ecuador. En el otro extremo está Suecia, donde las escuelas y la gran mayoría de negocios se mantuvieron funcionando, dejando a la ciudadanía en libertad para aplicar el distanciamiento social. Si se comparan los resultados entre las dos posibilidades se ve que, de acuerdo con el más definitivo de los indicadores, el número de muertes por coronavirus proporcional a la población total es más o menos similar: Italia tiene 583 por millón y España 611, frente a Suecia con 571. Eso significa cerca de 6000 muertes. Fuerte... pero es lo que se había previsto, menos de la mitad de lo que vaticinaron los apocalípticos “cuarentenistas”. Comparemos esa cifra con las de otros países escandinavos, los suecos pierden por largo pero, en cambio, esperan confiados nuevos brotes, pues creen que alcanzaron la “inmunidad de rebaño”, mientras que sus vecinos ante cada alarma deben volver espantados al aislamiento. Además, los otros escandinavos y Finlandia se cerraron rígidamente al exterior, pero adentro las medidas eran mucho más laxas que las cuarentenas “latin style”.
Los partidarios de las cuarentenas radicales, que misteriosamente suelen ser personas con pensamiento de izquierda y políticamente correctos, dirán que prefieren su alternativa porque allí el Estado se duele de la población. Los partidarios de los sistemas liberales aplauden el sistema sueco, porque ha mantenido las libertades ciudadanas para lograr lo mismo. Quienes así piensan sostenían que con ello se lograba mantener en marcha la economía evitando el colapso. ¿Cómo le fue a Suecia en este sentido? En el segundo trimestre de este año sufre una caída del 5,3 %. ¡Ahí está!, dirán los “cuarentenistas” totalitarios, ni siquiera se protege la economía! Un ratito, ¿y a España e Italia? Derrumbes del 18,5 y 12,4 %. Y tomen en cuenta que un decrecimiento económico es inevitable en todos los países, debido a la crisis mundial. Aun así este trimestre la economía sueca lo hizo mejor que la media de la Unión Europea, que el Reino Unido y que los Estados Unidos. El dilema queda planteado: ¿qué es preferible a) mantener las libertades ciudadanas, moderada caída económica y N mortalidad; o b) restricción de libertades, fuerte caída económica y la misma N mortalidad. Ustedes elijan. (O)










