No es posible que se caiga el puente Colimes, construido recién en el 2008, cuando según diseño debía durar al menos 75 años, y ninguna autoridad se haya preocupado de investigar y sancionar a los culpables.
Hace poco la Fiscalía allanó la Prefectura del Guayas por supuesta compra fraudulenta de insumos médicos, pero no ha dicho ni pío por la caída del puente que también es despilfarrar fondos públicos. Tampoco se han pronunciado la Contraloría General del Estado, las cámaras de la Construcción, los colegios profesionales, ni alcaldes de cierto partido que ahora piden la destitución del prefecto; este dijo suelto de huesos que el puente ya había culminado su vida útil y estaba planificado su remplazo. Será el MTOP el que entregará dos puentes modulares de acero que se colocarán sobre una pila central de carácter permanente; esto costará cerca de $10 millones, justo cuando atravesamos la peor crisis de la historia. También se debe investigar quién ordenó remover los escombros del puente sin los informes de ingeniería forense que determinen los problemas que padeció la estructura. Es poco probable que el puente haya fallado porque pasó un camión muy pesado –como se quiere justificar–, pues las cargas que se usan en el diseño son muy altas, comparadas con las cargas de servicio que se limitan a 48 toneladas, solo por seguridad. Un puente puede hacer agua porque su diseño no es apropiado, por mala construcción o falta de mantenimiento. Alguien debe responder. Aguas abajo del puente Colimes está el puente colgante Gonzalo Icaza Cornejo, con 200 metros de luz (el doble del Colimes), se construyó hace más de 60 años y sigue campante a pesar del tráfico. Estos puentes sin apoyos en los cauces –sean colgantes o atirantados– son apropiados para la red vial por sus ventajas; pero al parecer no ‘simpatizan’ con ciertos ingenieros de la Prefectura del Guayas. Por el mismo camino va el puente de Santa Lucía, según su alcalde es antitécnico, tiene fallas de construcción, no corresponde al proyecto presentado por el Municipio... Tiene 180 metros de longitud, pero soportes cada 30 metros como cualquier paso elevado de Guayaquil. Hace poco retiraron palizadas y sedimentos en sus bases. Parecido al puente Los Caras, frente a Bahía de Caráquez, obra correísta hecha con vigas prefabricadas con apoyos cada 45 metros y cimentado sobre tantos pilotes, que a los pocos años su cauce estaba muy sedimentado. (O)
Carlos Luis Hernández Bravo, ingeniero civil, avenida Samborondón