Se nos fue el paraíso. De golpe. Porque ya no dábamos más, porque hicimos tanto para destruirlo, que lo conseguimos. Porque renegamos, soberbios e insulsos, de los referentes que nos sostenían y en su lugar colocamos incertidumbres y perplejidades, rechazando lo construido, hurgando en nuestras debilidades para gritar que lo que funcionaba no era tan bueno como debía, ni todo lo perfecto que tenía que ser, y en su lugar posicionamos vanas reflexiones intelectuales carentes de esperanza, que no propusieron otra cosa que destrucción.

Se nos fue el paraíso y entramos de lleno en la fría realidad virtual que es el escenario paralelo en el que nos encontramos, trabajamos y vivimos… en el que somos. La tenacidad humana para desarrollar creaciones tecnológicas cada vez más sofisticadas, siempre ha dado frutos y hoy estas constituyen el ámbito de bites y algoritmos que nos acoge y también nos define. Es la red virtual, es Matrix, posibilidad planteada con brillantez por las escritoras y directoras de cine, las hermanas Wachowski, en la película de ficción de ese nombre que propone la dualidad y el paralelismo entre los programas informáticos y la realidad orgánica. Claro, debemos adaptarnos al escenario de la red digital, pero también debemos resistir, porque es muy fácil que nos arrellanemos en el escenario paralelo y rechacemos lo orgánico por su precariedad y falibilidad que tanto nos molesta. Esta adaptación a las redes informáticas se ha venido dando, siendo casi universal la utilización de programas virtuales de comunicación. El riesgo concreto es que nuestras preferencias sean las de la virtualidad, porque nos brinda artificialmente lo que queremos y, cuando no estamos a gusto, simplemente abandonamos el chat, bloqueamos al impertinente o lo eliminamos de nuestros contactos. Fácil.

Debemos resistir para estar no solamente ahí y tratar de recuperar el tiempo perdido y la presencia perdida del otro, con todas sus implicaciones. Esto siempre es posible y, quizá, nuestra inexorable mutación cultural tendría dos frentes: adaptarse a lo inevitable y buscar con convicción construir nuevamente y mejor lo que teníamos antes: contacto, relación profunda con la naturaleza, relaciones presenciales y respeto de la complejidad de lo que crece y muere, de lo orgánico. La polis griega, o el habitar juntos, fundamento de conceptos como la ciudad y la política, le cedió el espacio a la red virtual para casi todo, con excepción de lo familiar inmediato representado por el hogar que nos cobija. Es un inmenso retroceso o un paso fatal en la evolución-involución humana. El grupo íntimo al alcance y los otros, el resto, distantes y ajenos, con los cuales nos relacionamos en el sistema, para que ahí y bajo sus reglas hablemos y seamos… una jaula de hierro o una de bites y de códigos.

La intermediación inexorable de la informática irá in crescendo en todos los ámbitos de la sociedad contemporánea y del futuro. Podemos, y la esperanza radica ahí, construir poderosas burbujas de humanidad consciente y practicante de los principios y valores históricos tan vilipendiados por la racionalidad ciega y fatal. Así, podríamos vivir lo ineludible y también construir una realidad social, orgánica y espiritual que impida que lo real se convierta en marginal. (O)