Determinar si el resentimiento es el resorte psicológico que impulsa las ideologías que alimentaron los recientes sucesos violentos en América Latina, me llevó a buscar un libro que busqué hace 43 años. No lo encontré entonces, esta vez bastaron pocos minutos para dar con un facsímil en PDF de la edición de Espasa-Calpe de 1938. Se trata de El resentimiento en la moral del filósofo alemán Max Scheler, quien considera que el resentimiento constituye la reacción de un ser inferior contra un ser superior, de quien no puede vengarse por un supuesto mal infligido o por la envidia de aquel por un bien poseído por este. Es “una actitud psíquica permanente, que surge al reprimir la descarga de ciertas emociones”. El máximo resentimiento se da en la sociedad moderna, en la que a la igualdad legal no se traduce en una igualdad fáctica.

El origen de las reflexiones es la penosa confusión de Friedrich Nietzsche, quien considera que la moral cristiana es producto de resentimiento de los esclavos contra lo que poseen los señores. El hombre inferior, incapaz de alcanzar bienes y placeres, niega su calidad y exalta la pobreza y otras carencias como virtudes. Scheler admite que un sentimiento de este tipo ha estado presente en todas las épocas del cristianismo: se ha visto la vida eterna como un desquite contra los que gozaron en el mundo, varias versiones del “cristianismo social” pretenden imponer en un “reparto de la pobreza” global y algunas manifestaciones ascéticas exaltan el dolor por el dolor. Pero prueba, con buena argumentación, que la base del cristianismo no es la negación de la vida y el placer, sino el amor. No se trata de no tener, sino de dar lo que tienes. El Dios cristiano no premia la pobreza del que recibe, sino el amor del que da y pone como paradigma del sentido cristiano de justicia la parábola del hijo pródigo.

Luego Scheler carga contra la moral burguesa, cuyo origen le parece resentido. Aquí sus argumentos, fragmentarios, emotivos y endebles, demuestran que no anda lejos de Nietzche. Habla de ciertos valores vitales, de la defensa de la raza y la nación. Los valores de la laboriosidad, de la frugalidad y del ahorro, propios de la moral burguesa le parecen reacciones contra méritos de la “naturaleza excelsa” y superioridades que no logra definir. ¿Qué significa ser más “ricos de vida”? Más bien deja ver que las noblezas rumian un resentimiento contra el éxito económico, político y cultural de la burguesía, por más que muchos burgueses opulentos terminen adoptando “virtudes señoriales”, desechando la austeridad que los engrandeció inicialmente. Curiosamente este resentimiento nobiliario contra lo burgués termina coincidiendo, hasta en el detalle, con las detracciones que esgrimen cristianos desviados y socialistas contra el capitalismo moderno, contra la prosperidad, la ciencia, lo utilitario, el consumo, la expansión urbana, perfilando incluso un embrionario ambientalismo. Resulta que las corrientes que confluyen el “progresismo” son en realidad concepciones arcaicas y arcaizantes cuyo propósito es justamente detener el progreso.

(O)