La Organización de Naciones Unidas (ONU) determinó como el primero de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible el fin de la pobreza. Sin duda, es un tema que nos interesa a todos pero que debemos trabajar mucho por conseguir.

Hasta hace pocos años, la medición de la pobreza era muy sencilla al considerar únicamente los ingresos de las personas. Bajo este criterio, se concluía que en los últimos 25 años más de 1000 millones de personas lograron salir de la pobreza extrema, y que actualmente la tasa mundial de pobreza es la más baja de que se tenga registro. Conocemos que el 10 % de la población mundial, esto es, 736 millones de personas, sobreviven cada día con menos de $1,90.

No obstante, un nuevo Índice de Pobreza Multidimensional Global (IPM) mira más allá del ingreso monetario y muestra cómo la pobreza es la experiencia de enfrentar carencias múltiples y simultáneas. El IPM analiza cómo las personas están quedando rezagadas en el ámbito de la salud, la educación y el nivel de vida, con carencias tales como la falta de acceso a agua potable, a saneamiento, a una nutrición adecuada o a la educación primaria.

En 101 países encontraron que el 23 % de las personas todavía se consideran pobres en este IPM. Sin embargo, en una mirada más cercana a diez países de ingresos medios y bajos, como India, Bangladés, Camboya, Etiopía, Congo o Perú, encontraron noticias alentadoras: el 40 % inferior había subido rápidamente en los últimos años. Los que están más atrás se mueven más rápido si los gobiernos ponen de su parte.

Pero ¿cómo han hecho estos países para impulsar el crecimiento y desarrollo de los más pobres? Los indicadores muestran los beneficios a largo plazo, incluso para los pobres, de las reformas basadas en el mercado, el crecimiento y una postura abierta hacia el comercio y la inversión. También muestran los beneficios de intervenciones bien diseñadas para proporcionar infraestructura pública, como escuelas y clínicas.

Lamentablemente, estas ideas son ignoradas por los regímenes socialistas presentes en América Latina y por eso hay pobreza. En nuestro país, el correísmo duplicó el gasto público respecto al PIB, aumentó la deuda en 20 puntos y provocó diez años consecutivos de déficit fiscal. Esto, además de excesivas regulaciones laborales de acuerdo con estudios publicados por Ecuador Libre, causó un deterioro de la calidad del trabajo, pues el empleo digno se redujo en 11,2 % en los últimos trece años. Tenemos más de 300 000 personas en desempleo por excesiva regulación. Solo dos de cada diez jóvenes tienen un empleo adecuado y tres de cada diez mujeres tienen acceso a un empleo formal.

Lo más importante de este informe es la conclusión de que la pobreza tiene poca o ninguna asociación con los niveles de desigualdad económica. Esta afirmación permite enfrentar el discurso socialista que busca dividir a la sociedad y, a las finales, termina haciendo más pobre a la gente.

Necesitamos nuevas medidas económicas, laborales y políticas que ayuden a combatir la pobreza mediante la creación de empleos e implementación de proyectos que mejoren la calidad de vida. Nuestro país debe tomar el camino de la libertad. (O)