Procuro que los títulos de mis columnas sean positivos, con palabras que invitan a la reflexión, acción y/o mejora de alguna situación del acontecer público. Esta entrega es la excepción.
Recientes encuestas del entorno político y social de nuestro país revelan, de cierta forma, lo que se rumora desde las elecciones seccionales de marzo: Rafael Correa mantiene cerca del 20% de aprobación de la ciudadanía.
Si pongo en contraste estos datos con las decenas de casos de corrupción que ahora conocemos y la dañina herencia económica, laboral, social e institucional de su gobierno, me pregunto: ¿Qué hizo bien para mantener el apoyo?
Voy a rememorar.
Correa fue un presidente que le declaró la guerra a la libertad de expresión y prensa. Empezó en sus sabatinas, luego a través de la Ley de Comunicación y finalmente con cientos de sanciones a medios y periodistas.
Su gobierno desperdició la oportunidad de desarrollar el país con la bonanza petrolera y, por el contrario, nos dejó una deuda muy alta y un gasto público insostenible. Cerró las puertas de nuestro país para la inversión privada por los altos costos de impuestos, contratación y burocracia. Violentó la independencia de poderes.
Con nuestro petróleo, muchos funcionarios públicos se beneficiaron a través de empresas offshore a cambio de favores locales. La corrupción se vio reflejada en múltiples obras públicas. Odebrecht pagó por sobornos unos $ 33 millones desde 2007 a 2016 para lograr beneficios. Los megaproyectos hidroeléctricos y petroleros han resultado ser los más caros de nuestra historia. En algunos casos, también quedaron mal hechos y otros no pueden ser terminados. Construyó carreteras sí, pero con inaceptables sobreprecios.
En la justicia metieron la mano y la pata. Recientes investigaciones demostrarían que pidieron favores para obtener sentencias y para designar autoridades. En la parte estructural, los edificios judiciales carecen de buenos materiales, darles mantenimiento es muy caro y algunos no se han terminado (como las escaleras en la Unidad Judicial de la Florida).
En el ámbito deportivo varios casos de corrupción en compra de equipos deportivos, implementos y en construcción de estructura deportiva. Para el control de tránsito se dieron adquisiciones irregulares de equipos de rastreo GPS para buses de transporte, así como la compra de 600.000 chalecos cuando solo se tenían 155.000 motos matriculadas.
Imposible olvidar la vergüenza de la narcovalija, donde por “fallas administrativas” la Cancillería hizo posible el envío de 40 kilos de cocaína a Italia.
La educación en nuestro país se vio manchada con textos escolares que incluían la ideología del gobierno y por muchas medidas burocráticas contra las universidades. La salud no fue la excepción y nuestro sistema sigue con inaceptables falencias.
El IESS está prácticamente quebrado y la política laboral es tan rígida que ha excluido a miles de ecuatorianos de conseguir un trabajo.
Recientemente, Guillermo Lasso lo resumía muy bien: “Tenemos colegios pero no hay educación, hospitales pero no hay salud, carreteras pero no hay empleo, gobierno pero no hay una buena economía”.
¿Algo estuvo bien hecho? Nada.
¿Merece el apoyo? No creo.
Se tenía que decir y se dijo.(O)