La derrota anunciada de Macri se da luego de que su gobierno desperdiciara oportunidades para implementar las reformas estructurales que requería (y requiere) la economía argentina. Quizás es hora de que Macri empiece a considerar qué puede hacer para por lo menos salvar su legado beneficiando al país y creo que la mejor opción que tiene de hacerlo es formalizando la preferencia revelada de la mayoría de los argentinos: la dolarización.

Cuatro años después de que Macri llegara el poder y optara por el gradualismo, el resultado es una economía en recesión, una inflación por encima de 50%, la pobreza ha aumentado hasta llegar a un 32% de la población, la deuda pública se disparó hasta llegar a 86% del PIB en 2018. Además, entre principios de 2018 y mayo de 2019 el peso perdió 58% de su valor en relación con el dólar y luego de los resultados de las elecciones primarias perdió todavía otro 20,5% de su valor. Esto resultó en una inflación y tasas de interés todavía más altas, acentuando la contracción económica que ya se había registrado.

Nada de esto es nuevo. Los economistas Nicolás Cachanosky y Adrián Ravier indican que desde la fundación del Banco Central de la República Argentina (BCRA) en 1935 hasta 2013, “Argentina tuvo una tasa anual de inflación compuesta equivalente al 55%... Durante los 77 años de gestión monetaria bajo el BCRA, en solo 23 años la tasa de inflación estuvo por debajo del 10%, 17 años por debajo del 5% y tan solo 11 años por debajo del 2%”.

Por esta razón, Cachanosky y Ravier propusieron en 2015 una “dolarización flexible”: eliminar las funciones tradicionales del BCRA, dándoles libertad a los argentinos para elegir la moneda que consideren más conveniente. La transición se haría mediante la conversión de los pesos a dólares y quedaría plasmada la libertad de los argentinos de elegir la mejor moneda, incluso entre aquellas que podrían emitir los bancos. El economista Jorge Ávila sugiere que la dolarización sea acompañada de una internacionalización de la banca argentina, siguiendo el modelo panameño.

En Ecuador hasta un día antes de que Mahuad dolarizara en el 2000, pocos creían que era posible o deseable. Lo hizo porque consideraba que así salvaría su carrera política y aunque no lo logró, sí dejó un legado valiosísimo: un país que ya no sufre de crisis cambiarias y uno en el que los políticos tienen las manos atadas para jugar con el valor de la moneda. Macri podría hacer lo mismo, así no gane la elección, por lo menos dejaría un mejor legado que una de las inflaciones más altas del mundo y tasas de interés que asfixian el crecimiento. Además, aquí sabemos bien que el populismo dolarizado es mucho menos dañino que el que tiene moneda propia.

Muchos dicen que esto es imposible por el nacionalismo de los argentinos. Puede ser que todos sean nacionalistas hasta que les pregunten en qué moneda prefieren tener sus ahorros: ¿dólares o pesos argentinos? ¿Que perderán soberanía monetaria? Bueno, los que la pierden son los políticos, pero la ganaría el pueblo, y el pueblo es el soberano que realmente importa.(O)