En política, nacional o internacional, de paz o de guerra, luego de la comprensión del problema, es la rapidez de reacción determinante para el triunfo o la derrota. El gobierno del presidente Moreno no comprendió suficientemente el peligro del desafío de Assange; no canceló el asilo de Assange en las varias ocasiones en que fue retado, como cuando lo de los independentistas catalanes, lo del brexit, lo del Vaticano, las demandas del asilado contra el Gobierno en sus propios tribunales y en internacionales. Reaccionó cuando WikiLeaks lanzó al mundo la información sobre su vida íntima, y los INA papers, y lo hizo, débilmente, presentando una queja ante las Naciones Unidas y, solamente días después, adoptando la verdadera medida de un jefe de Estado: cancelando el asilo; para empañar más las cosas, cuando Assange llegaba a la Corte inglesa, Estados Unidos presentaba una demanda de extradición. ¿Quién le informó? Ahora, unos acusan al presidente Moreno de haber cancelado el asilo por venganza por la publicación de informaciones que lo comprometen personalmente, y otros, por haber actuado por presión de la gran potencia.

Julian Assange, contra un tipo de poder

¿Para quién trabaja?

Valores envueltos

Ahora, vamos a la comprensión de lo ocurrido. Correa concedió el asilo, y Moreno lo consolidó otorgándole la nacionalidad ecuatoriana.

Remontémonos a la política de Correa desde su inicio en 2007. Con los bolsillos llenos por el aumento del precio del petróleo, se lanzó a su sueño, que la generalidad desconocíamos, de codearse con los líderes regionales, primero, y luego mundiales de la izquierda; con Chávez principalmente, que lo trataba de “muchachito”, y por su intermedio con Fidel Castro; y empezó a viajar y visitar a Gadafi, el dictador libio, al Ayatolá, al dictador de Bielorrusia, etc., donde nunca logró vender un plátano; naturalmente, nunca visitó Estados Unidos, porque lo habrían excomulgado sus nuevos amigos. Allí empieza la afiliación a la ALBA, que la anunció, abusivamente, el propio Chávez; con este, crearon la Unasur y la Celac, para debilitar a la OEA. Y allí caemos en lo del asilo a Assange para desafiar a los Estados Unidos y alinearse con Rusia. Así entendemos, ahora, que un expresidente del Ecuador sea periodista de la agencia de noticias Rusia Today; que la canciller de Moreno, anteriormente de Correa, haya tratado de sacar a Assange del asilo y llevárselo como funcionario diplomático a Rusia; que el cónsul de Ecuador en Londres, por inspiración de Assange, haya otorgado un salvoconducto para que Snowden salga de Hong Kong a Moscú, donde recibió asilo; que Putin proteste en defensa de Assange, por su derecho a la libre expresión, cuando la niega en Rusia, donde ha establecido censura para el internet; que Correa tenga el cinismo de defender el robo que hizo Assange de secretos de los norteamericanos, cuando aquí persiguió a EL UNIVERSO, Vanguardia y a tantos valientes periodistas, por el delito de decir la verdad.

Hay que establecer responsabilidades por el otorgamiento de la nacionalidad ecuatoriana sin cumplir con el requisito constitucional de haber prestado relevantes servicios al Ecuador; por tratar de usar la nacionalidad fraudulentamente concedida para intentar, fallidamente, sorprender a una Cancillería con siglos de experiencia; ahora, para salvar a la responsable, pretenden, infantilmente, pasar la responsabilidad a Assange alegando su capacidad de engaño. La Asamblea y los tribunales tienen la palabra. Si el canciller dice que esta decisión fue lesiva, pues, inmediatamente, deben terminar cualquier relación laboral que tengan con la excanciller.

Por honor, Ecuador debe estar atento a que Inglaterra cumpla su compromiso y no extradite a Assange a Estados Unidos; a Suecia, no nos oponemos; se volvería al 2012. (O)