En diversos análisis abunda la preocupación acerca de la Reserva Internacional (RI) y la liquidez. Ignoran que la RI en una economía dolarizada no desempeña el mismo papel que en una economía con moneda propia, puesto que no sirve para administrar un tipo de cambio y así el banco central se quede sin reservas los dólares seguirán valiendo lo mismo aquí y en cualquier otra parte del mundo. Además, en dolarización la oferta monetaria no está determinada por un banco central, sino que está en piloto automático o, mejor dicho, determinada por la demanda de la gente.

El gobierno anterior justificó todo tipo de medidas intervencionistas para dizque “fortalecer la dolarización”. Empezó en 2007 creando el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD) en 0,5% –que llegó a 5% en 2012 y se ha mantenido allí desde entonces–. Siguió con por lo menos 20 reformas tributarias durante una década y las salvaguardias y muchas otras restricciones a las importaciones.

Todas las alzas de impuestos por encima de cierto umbral, y particularmente el ISD, contribuyen a un menor nivel del uso de créditos y de otras herramientas del sistema financiero. Esto es porque todo lo que fluye a través del sistema financiero queda dentro del radar del Servicio de Rentas Internas (SRI), precisamente cuando estaban aumentando tanto la carga tributaria como los poderes del SRI para perseguir a quienes eran sospechosos de evasión. Mientras nuestros gobernantes protestaban contra los paraísos fiscales, aquí estaban ocupados desarrollando un infierno fiscal.

Adicionalmente, el sistema financiero se vio afectado por las travesuras del Banco Central (BCE). En 2014, gracias al Código Orgánico Monetario y Financiero (COMF), se le otorgó al BCE la función de gestionar la liquidez en la economía, pero más bien se dedicó a drenar las reservas depositadas en el BCE para financiar al Gobierno y como los banqueros estaban conscientes del destino de las reservas, estas operaciones obstaculizaron el crecimiento del crédito.

Esto coincide con la creciente preferencia por dinero en efectivo de los ecuatorianos durante los últimos años. Mientras en enero de 2010 21% de la liquidez total de la economía (M2) estaba en especies monetarias (léase, efectivo), esto empezó a crecer marcadamente en 2015 hasta llegar a 29% en febrero de 2019.

Quienes están preocupados por la liquidez deberían enfocarse en reducir la carga tributaria e inyectar confianza en el sistema financiero, reemplazando el COMF con una ley que facilite la integración al sistema financiero internacional. La liquidez debe volver a ser gestionada de forma descentralizada, sin poner al ratón a cuidar el queso como se lo hizo en 2014.

Si la gente está dispuesta a depositar sus ahorros en el sistema, a invertir en el país emprendiendo en proyectos o negocios, incluso si tiene que endeudarse para hacerlo, habrá mayor circulante. Si la gente tiene miedo de lanzarse al agua por la incertidumbre que generan la inestabilidad tributaria y los altos costos de hacer negocios en el país, habrá menor circulante. En dolarización, el circulante se ajusta automáticamente a la demanda de la gente según su nivel de actividad económica.

De manera que deben enfocarse en reducir aquellas intervenciones que generaron desconfianza y desalentaron la actividad económica. (O)