Azuay exigió renovación. Es la conclusión mayor frente a los resultados electorales seccionales realizados el último fin de semana: renovación y destierro frente a una prefectura clientelar y desastrosa, que terminó por quebrar empresas públicas y reducirse a una suerte de departamento de promoción electoral permanente del prefecto desterrado.

Renovación y ostracismo frente a una alcaldía inmovilizada, demagoga y cuestionada, con obras de relumbrón inauguradas durante el periodo electoral y replegadas inmediatamente después, con un alcalde sin definición ideológica (se dice izquierdista pero se alió con CREO) y con hábitos de la vieja política.

Destierro y ostracismo a las empresas encuestadoras dedicadas a prostituir resultados en función de quien más paga, y que ofrecieron corolarios en la misma medida del candidato que las contrataba.

Así, los cuencanos le han apostado para la alcaldía a un político de estreno: Pedro Palacios, el nuevo alcalde, no registra antecedentes que lo ubiquen como dependiente de los grupos de poder político o económico; auspiciado por Alianza Azuay el Futuro que Soñamos listas 4-20; modesto empresario de derecha, autodefinido provida (en un debate público firmó una carta comprometiéndose con los “provida”) y de buenos modales públicos.

Así, los azuayos le han apostado para la prefectura a Yaku (Carlos) Pérez Guartambel, un abogado que desde hace mucho capitaliza políticamente la “defensa del agua” y que tuvo un papel protagónico durante el correato al oponerse a las concesiones mineras.

En definitiva, los azuayos se hartaron de un prefecto gritón, que en sus tres administraciones le dio siete punto seis veces la vuelta al planeta en prolongados viajes al exterior, a destinos inauditos y con una permanente búsqueda de exposición mediática: como cuando se gastó más de dos millones y medio de dólares en un encuentro de dos días con expresidentes del primer mundo para hablar del hambre en el tercer mundo.

Alejaron a un alcalde cuyas intervenciones públicas exasperaban por imprecisas, flojas y divagantes, cuyos adversarios lo acusan de no querer cobrar las multas por los retrasos (que suman más de tres años) en las obras del tranvía; que no ha desvirtuado las acusaciones en su contra por cobros de diezmos y nepotismo.

Lo que queda a futuro, más allá de las propuestas de campaña, es imprimir a la ciudad y sus ciudadanos un nuevo ritmo productivo y de generación de empleo; ordenar el tráfico vehicular, resolver el déficit de vivienda, pero fundamentalmente proyectar a esta ciudad que supera ya el medio millón de habitantes, a un futuro que asegure la provisión de servicios básicos. Como el agua.

Y a nivel provincial, el tema de la vialidad es lo primordial: las conexiones intercantonales e interparroquiales viven una verdadera emergencia que los sume en el subdesarrollo. La promoción turística de los cantones en esta parte de la patria es tan pobre como la interacción comercial con la capital de provincia. Y Pérez tiene la gran oportunidad de recuperar, en este tema, a los azuayos que emprenden, que producen, que aportan, pero se mantienen incomunicados.

Hora de virar la página, se suele decir a manera de colofón. Pero ojalá que esta vez sea definitiva para los anticuados políticos con sus prácticas. Que sea una verdadera hoja en blanco para quienes han tomado la posta. Su éxito también será nuestro. (O)