Un país donde los inversionistas extranjeros colocan a la Policía como la institución más confiable o la que resolvió una crisis germinal como república contratando a un venezolano como Andrés Bello para que sea su primer rector de universidad, miembro del Ejecutivo y de la Corte o que haya elegido en la historia al único presidente marxista por voto popular como Salvador Allende es claramente una nación diferente a muchas. Chile va camino a ser el primer país sudamericano de sacarse el sambenito de “subdesarrollado” que se cuelga de cada una de nuestras repúblicas, porque sencillamente ha hecho las cosas correctas, cambiado cuando debían y haber ordenado la administración pública y su relación con los mandantes. Podríamos decir que Chile es un ejemplo de muchas cosas. No es ciertamente un país perfecto ni lo pretende, pero frente a los similares de Venezuela, Cuba, Nicaragua u otros emerge de manera ejemplar.

Un país donde el presidente actual –reelegido en el cargo– debe disponer de sus bienes privados para evitar conflicto de interés con su investidura de primer mandatario también marca la diferencia entre lo que debe ser hecho no solo para mantener las formas, sino porque es lo que corresponde al manejo en democracia. La anterior presidenta devenida en burócrata de la ONU ha tenido que apartar a sus familiares más cercanos del poder porque se habían aprovechado de información privilegiada para acceder a negocios inmobiliarios. En cualquiera de nuestros países eso sería un tema absolutamente menor y por sobre todo irrelevante. El avance de las instituciones se hace sobre el sostenimiento de los valores más que en lo que ordena la norma o el resquicio que podría permitir la interpretación de esta. Al primer presidente de la transición le tentaron con la reelección y Aylwin contestó: “Mi palabra es mi contrato, he dicho que no lo buscaría¨ y se acabó el tema.

La gente confía en su policía (llamada carabineros) más que en cualquier institución y ella trabaja para que su prestigio se mantenga. Es raro ver en nuestros países a custodios del orden colaborar con el ciudadano ante una emergencia y que la gente no los tema. Los chilenos están por alcanzar 25.000 dólares de ingreso per capita anual con lo cual será país desarrollado a la par de algunas naciones europeas. Les falta avanzar en cuestiones de equidad y a pesar de que tienen la mejor educación de la región, vastos sectores de la sociedad no están conformes con las oportunidades que ella debiera generar para todos.

Los trasandinos tienen las cosas claras y avanzan. Un país que administró con socialistas y democristianos los primeros años de la democracia muestra también que los políticos aprendieron la lección que los llevó a los oscuros años de la dictadura militar de Pinochet. Pero, incluso en ese ambiente hostil, fue posible observar algunos detalles novedosos. El dictador estableció un par de becas anuales en la prestigiosa universidad de Oxford para los dos mejores alumnos de la escuela de Estado mayor.

Un sistema de méritos, énfasis en la educación, respeto institucional y por sobre todo previsibilidad marca el derrotero de un país ensimismado en sus logros y un tanto modesto en un entorno dominado por la chapucería, la mediocridad y el insulto. No es poca cosa lo que lograron los chilenos de manera ordenada.(O)