Antes ya enumeré seis ejemplos de verdaderos atracos cometidos en la capital en contra de los ecuatorianos. Ahora expongo cuatro ejemplos más. El nuevo director de la Senplades es de Guayaquil y ha permitido la publicación en internet de las cifras oficiales de inversión para el periodo 2008-2017.

Ejemplo 7: Turismo. El ministerio manejó 3.708 proyectos de inversión por un total de $ 233 MM, de los cuales el 59% fue para Pichincha y 5% para Guayas, esto es, 16 veces más si tomamos en cuenta la población de cada provincia. Aparte, 3 otras instituciones invirtieron $ 336 MM en ferrocarriles, de los cuales el 70% lo gastaron en la región andina, fomentando así el turismo en la Sierra, con plata de costeños y orientales.

Ejemplo 8: Instituto de Fomento al Talento Humano. Invirtieron $ 462 MM, 55% en Pichincha y 14% en Guayas, 5 veces más tomando en cuenta la población. Esa institución gastó el 74% del dinero en la Sierra, los burócratas capitalinos consideran que el talento de las otras regiones no vale tanto como el de ellos.

Ejemplo 9: Deportes. El ministerio del ramo ejecutó 1.538 proyectos por un total de $ 207 MM: el 58% en la Sierra y el 32% en la Costa. El 22% en Pichincha y el 13% en Guayas; 2,4 veces más, en términos per capita. Así se escogen, en la capital, los escenarios y eventos deportivos que merecen apoyo público.

Ejemplo 10: Ministerio del Interior. Ya desde su nombre se sospecha dónde invierten el dinero de todos. De $ 791 MM, el 69% fue para la región del interior. En Pichincha 22% y en Guayas 13%; 2,1 veces más, en dólares per capita. Esto es crucial, porque se trata de la Policía, autollamada nacional. Esta pésima distribución regional de los recursos, en competencias que no son municipales, es la causante de que muchos guayaquileños hayan migrado a ciudadelas amuralladas.

Con este son diez ejemplos (hay muchos más) de lo que sucede en la capital de todos los ecuatorianos con el capital de todos los ecuatorianos. El Estado actual nos divide entre los dependientes públicos de Quito y los independientes privados de todo el país. Privados, es verdad, de recibir la justa retribución a nuestra contribución.

¿Basta con indignarnos ante las cifras del centralismo? No. Si aceptamos este estado de cosas, seremos, nosotros también, dependientes. Dependientes de las esferas normativas y extractivas, hijos del yugo impositivo, hijos del suelo que, soberbio, el Pichincha decora con palabras bonitas como “gobierno autónomo descentralizado”, “superintendencia de ordenamiento territorial”, “matriz (im)productiva”, etcétera.

Celebro que el haber comenzado a compartir con los lectores de EL UNIVERSO estas cifras incómodas coincida con el surgimiento de voces que se alzan contra el centralismo, incluso la de un importante articulista quiteño que ha planteado, en este Diario, la necesidad de adoptar en el país, sin complejos ni temores, un sistema federalista, como el que está vigente en los países más desarrollados del mundo. Ya es hora de entender que solo así se logrará la auténtica unidad nacional. (O)