La estrategia del Gobierno hasta ahora se ha basado en un cambio de rostro y de retórica –de los insultos sabatinos a los diálogos–. Pero no hay soluciones mágicas, es inevitable que alguien pague la cuenta de la última década de despilfarros. Es el momento de terminar con esa actitud ingenua de quererlo todo a cambio de nada. Abundan los que se aferran a subsidios –ya sea en forma de crédito barato o controles de precio– y privilegios –ya sea en forma de barreras arancelarias o paraarancelarias– y sin embargo no quieren asumir el costo de estos: más impuestos y/o menor crecimiento.

La situación que atraviesa Ecuador tiene mucho en común con la de Argentina, con la diferencia de que nosotros estamos dolarizados. Esto nos ha permitido gozar de una estabilidad monetaria que no tienen los argentinos a pesar de tener un desequilibrio mayor. Tenemos una necesidad de financiamiento –incluye el déficit fiscal y los pagos de interés y de amortización de la deuda pública– de $ 11.700 millones en 2018, lo cual equivale a 11,2% de nuestro PIB. Eso es muy superior a la necesidad de financiamiento que tiene Argentina de 4% de su PIB.

Sucede que la confianza es algo frágil y cada vez más si se incumple repetidas veces con la retórica de “austeridad”, mientras que en la práctica y en nombre del “gradualismo” se mantiene un modelo destinado a la ruina financiera. Algo similar ocurre aquí. Ya van para buena parte del segundo año hablando de austeridad y sin embargo el gasto corriente continúa aumentando.

Alguien ha convencido a Lenín Moreno de que así mantendrá calmas las aguas, tal cual alguien convenció a Macri de que adopte una estrategia gradual para ser reelecto. Sucede que Macri ya va desperdiciando dos oportunidades de oro para realizar reformas estructurales que pongan la casa en orden: diciembre de 2015 cuando ganó las elecciones y 2017 después de haber ganado cómodamente las elecciones de medio periodo.

Lenín Moreno, tratando de evitar crisis de gobernabilidad o una recesión, ha caído de 77% de aprobación hace un año, cuando apenas llegó al poder, a 45,9% en junio de este año. El crecimiento económico logrado el año pasado tuvo que ser revisado a la baja, a 2,4%, y el Banco Central del Ecuador (BCE) espera que este año sea más bajo que el del anterior (1,9%). Así que la estrategia de retórica de austeridad combinada con gradualismo en la práctica no les está dando réditos políticos ni económicos.

A este paso será difícil que el Gobierno se reelija o que pueda traspasar votos a algún delfín de su elección. Aunque es cierto que la dolarización no corre peligro, pues los ecuatorianos la preferirán aun en momentos difíciles frente a las alternativas reales disponibles, lo que ya no es viable es el modelo estatista heredado del correísmo.

Hasta fin de año será difícil colocar más de $ 5.000 millones de deuda con una tasa inferior al 10%. A menos que el Gobierno decida tomar el toro por los cuernos y realice ajustes en el gasto, se encontrará en una posición similar a la de Macri: difícilmente será reelegido y la crisis igual se dará. (O)