No hay un registro histórico que demuestre la producción de cambios constantes y de tal intensidad en tan poco tiempo. La sociedad actual tiene características propias y entre ellas se encuentran la velocidad, el desplazamiento o movilidad y el cambio que, en conjunto, condicionan directamente todas las actividades, los roles y las expectativas de vida de las personas en todo el mundo. Parecería que los seres humanos quieren actuar como los procesadores informáticos de una computadora y por eso no resulta gratuito que la ansiedad y los síntomas de impaciencia se hayan convertido en moduladores del comportamiento. A muchos les cuesta detenerse a pensar en sí mismos, porque sería contraproducente frente a un sistema que demanda movimiento y producción.

Si bien las tecnologías de la información y la comunicación han hecho su parte para que las personas agilicen procesos, trámites, transacciones y acceso a cualquier tipo de data, sin embargo, los artilugios informáticos son nada más un elemento que explica el tipo de sociedad que vivimos. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman desarrolló el concepto de “sociedad líquida” para referirse al caos de la modernidad occidental, en el sentido de que la superación, entre comillas, de la Guerra Fría entre Occidente y Oriente no solo que aupó desde un cierto sector la idea del fin de la ideología y el triunfo del liberalismo en todas sus facetas, sino que además ese triunfo vino de la mano con la anulación progresiva de los grandes relatos para pasar a una suerte de burbuja en donde todo puede ser válido. Y si todo es importante, por lo tanto nada es importante.

Esta sociedad líquida pondera de mejor manera la coyuntura y no la tendencia. En este sentido, daría la impresión de que el pasado queda en el plano de la anécdota y no de la cadena que explica quiénes somos, adónde vamos y para qué. Todo se circunscribe al relato de los libros de autoayuda y motivación, en donde las ideas fuerzas giran alrededor de vivir el presente y la proyección futura se ciñe como etapa final del exacerbado consumo. Además de que los bienes materiales han trasladado la idea de lo perecible a la vida, es decir, los momentos que antes se consideraban duraderos ahora son efímeros, rápidos y dependen de la agenda de cada cual.

En la construcción de las relaciones sociales hay varios fenómenos que explican la liquidez de la sociedad. La hipersegmentación del comercio es un hecho, pues resulta rentable para el mercado procurar más nichos de venta de los productos y los servicios para edades diferenciadas, provocando mayor individualismo. Por otro lado, la idea de no comprometerse con nada ni con nadie es palpable, pues la soltería debe prolongarse hasta que los padres les digan a sus hijos que ya huelen a “viejos”.

En lo político, la liquidez se expresa en lo frágil, versátil y light que pueden ser las propuestas de los partidos y candidatos, pues los mensajes se anclan en las encuestas. (O)