En marzo 26, la canciller María Fernanda Espinosa publicó en el Registro Oficial una Agenda de Política Exterior 2017-2021. Hace apología de la política exterior del correísmo, la que se anuncia continuará.

Es axioma que una política exterior debe basarse en intereses, no en afectos u otras consideraciones. Estos ocupan lugares subsidiarios.

Hasta mediados del siglo pasado, los intereses que primaban eran preponderantemente territoriales. Toda generación tenía su conflicto bélico. Los europeos, si no peleaban en su continente, lo hacían en sus colonias.

Eso comenzó a cambiar al terminar la Segunda Guerra Mundial y se completó con el fin de la Guerra Fría. Ahora, los intereses son económicos: acceso a mercados. Los países a los que les falta capital, la atracción de inversión extranjera; a los que les sobra, garantías para sus inversionistas. Trump desata una guerra mundial y el armamento son los aranceles.

En Ecuador, las consideraciones militares continuaron primando el resto del siglo. El punto central de nuestra diplomacia fue sostener que el Protocolo de Río de Janeiro era nulo. Esto recién terminó con la firma de la paz con el Perú.

Bajo el correísmo primó lo ideológico: relaciones con países autoritarios o que confronten a los EE.UU. Irán, por su conflicto con EE.UU., Turquía y Bielorrusia, por autoritarios. Con China fue una relación compleja: afinidad ideológica, pero también China es fuente de inversión y créditos.

El eje propuesto en la agenda 2017-2021 es impulsar “un modelo progresista de inclusión y desarrollo social”. Ese puede ser un legítimo eje de la política económica y social, no de política exterior. Al amparo de esa declaración se busca justificar el alineamiento con Venezuela, Cuba y Nicaragua. Lo cual pone al Ecuador en contrapunto con Brasil, Argentina, Chile, Colombia y Perú, con quienes Ecuador debería mantener excelentes relaciones independientemente de cualquier diferencia ideológica.

En la Agenda se ensalza a Unasur como “la instancia más idónea para desarrollar las acciones de concertación política económica de Sudamérica”. ¿Con qué países sudamericanos se pretende concertar? Los países arriba mencionados se retiraron de Unasur. El presidente electo de Colombia, Iván Duque, tildó a Unasur de “ser cómplice de la dictadura venezolana” y llamó a reforzar a la OEA. Unasur está en quiebra, el elefante blanco que la albergaba, desierto. La agenda de Espinosa lapida a la OEA por irrespeto a la soberanía de Venezuela.

El ministro de Comercio Exterior, Pablo Campana, propugna ingresar a la Alianza del Pacífico, pero en la Agenda se la califica de neoliberal: el enemigo. El ministro quiere acuerdos comerciales, y la Agenda se vanagloria del repudio de los tratados de protección de inversiones.

¿Refleja esta Agenda la política oficial del Ecuador? Las recientes iniciativas del gobierno de Moreno apuntan a que no. Se nombró canciller a un diplomático de carrera, ya no a un ideólogo. Visitó Quito el vicepresidente Pence y se anunció el relanzamiento de las relaciones bilaterales congeladas una década. En la OEA, Ecuador planteó una consulta popular para superar la crisis venezolana, contrariando a Maduro, quien irrespeta al presidente ecuatoriano.

Pero hasta que no se la reemplace, la Agenda de Espinosa sigue constando como la política externa oficial del Ecuador. (O)