Hace algunos años Ferian Soriano, exvicepresidente y director del club catalán Barcelona, resumió sus experiencias de éxito en un libro muy aleccionador, cuyo título es La pelota no entra por azar. Lo que aprendió fue que en el fútbol las causalidades le ganan por goleada a las casualidades.

El Mundial de Fútbol Rusia 2018 es una fantástica oportunidad para divertirnos y pasarla bien entre familiares y amigos, pero también es metáfora para entender cómo se debe ganar el partido de la vida, en los negocios y los países.

Pablo Lucio Paredes refiriéndose a los cambios del país afirmó recientemente en su columna de EL UNIVERSO: “No dejamos de hacer leyes. Es la tendencia a creer que las leyes resuelven la vida colectiva”. Afirmación que comparto plenamente. Las investigaciones sobre la estrategia de cambio en las organizaciones han comprobado que el gran catalizador es intangible, es la energía humana que se convoca en torno a una victoria.

La energía humana mueve las voluntades, hace que los jugadores estén dispuestos a dejar la última gota de sudor en la cancha y vivir el partido como si fuese el último de su vida. Es la fuerza interna que ayuda a superar los obstáculos y las adversidades. Por ello hay que crearla y acumularla antes de estar en la cancha, así como hay que eliminar aquellas cosas que la drenan.

La energía humana nace de la confianza en el entrenador, en el líder; se gesta cuando hay certidumbre para predecir sus comportamientos y credibilidad en planteamiento del juego. Es vital para que todos sepan cómo moverse y el papel que les tocará jugar en la cancha.

Y se acumula cuando se desarrollan las capacidades individuales, por ello los jugadores practican y entrenan previamente durante horas, con mucho esfuerzo, para crear destrezas que luego les ayudarán a tener precisión y aguantar la presión en la cancha. La genialidad florece cuando se suman las capacidades de un equipo y todos están dispuestos a jugar en torno a la victoria. Lo mismo ocurre en un país, una ciudad, una empresa.

La energía humana emerge cuando se diseña el juego entendiendo los valores, intereses y aspiraciones de los participantes, entonces se convierte en un juego que les gusta jugar.

El verdadero enemigo de la victoria son los paradigmas limitantes. Algunas veces los jugadores no son conscientes de ellos, otras veces, en cambio, sus formas de pensar son contrarias a los que el grupo en conjunto quiere conseguir. Cuando los paradigmas y la pasión se juntan casi no hay nada imposible. El caso de Corea es un gran referente, lograron lo que parecía imposible: ganarle al campeón mundial, gracias a pensar que lo podían lograr.

Es más fácil avanzar en un país, una empresa, una ciudad, una organización o un equipo de fútbol; cuando sus “jugadores” tienen la misma idea de cómo jugar al juego y del resultado a obtener. El fútbol nos enseña que cuando se trata de obtener la victoria más allá de las oportunidades que se presentan hay que ponerle atención a unos pocos factores clave. Bien escribió Albert Camus: “Todo lo que sé de los hombres lo aprendí en el fútbol”. (O)

*Consultor de Estrategia.