He tenido la refrescante experiencia de leer en esta prestigiosa Sección del Diario EL UNIVERSO, la carta titulada ‘Adolescentes y jóvenes amantes de la literatura’, publicada el viernes 27 de abril de 2018, de una joven lectora preocupada por la ausencia en Guayaquil de libros con valores, lamentando los altos costos de los libros, así como demandando con justo derecho la presencia de la juventud en los foros culturales y las ferias de libros; toda vez que existimos muchos lectores jóvenes que nos alienta el papel y damos al libro de papel un espíritu revivido.
Tengo un grupo, somos jóvenes, que en Guayaquil llevamos algunos años efectuando gestión cultural; es grande el anhelo juvenil por la buena literatura. Fue ello lo que nos motivó a reunirnos en un proyecto que nació en mi cuarto de estudio, cinco amigos, mis dos hermanos, dos primas y yo analizamos la manera de hacer llegar buena literatura con mensajes de superación; llegamos a la conclusión de que mediante el uso de herramientas tan simples y cotidianas como una computadora y una impresora, y usando un software de libre difusión, podíamos hacer libros baratos y difundirlos a un precio asequible, impresos por nosotros en papel blanco de 75 gramos y con portadas de cartulina o papel cuché a color.
El bachillerato que obtuve en informática nos facilitó las cosas en el grupo, por eso decidí posponer unos años mi carrera universitaria y lanzarme con mi grupo en esta sublime aventura. Como decía Juan León Mera, las letras no dan fortuna, pero sí una honra pura. Cada mensaje de aliento que nos llega, ya sea personalmente o por los medios digitales, es un incentivo a continuar escribiendo libros, imprimirlos con nuestros ahorros y venderlos nosotros.
Cuando en el 2014 decidimos poner al alcance del público libros de contenido serio y edificantes, de autores como Napoleón Hill o Scot Alexander, cuyos derechos ya permiten su libre difusión, los vendíamos en los transportes públicos y en los mercados, afuera de los colegios, de puerta en puerta a un dólar. Nuestros allegados nos dijeron que era una labor quimérica. Hoy, cuatro años después y con cientos de libros vendidos, se ha roto el mito. Los jóvenes guayaquileños amamos la lectura y escribir, lo que nos permitió con el correr del tiempo hacer los libros de nuestra autoría: El rinoceronte que trata de la obtención del éxito con sólidas bases bíblicas; Cómo superar el fracaso y obtener el éxito, manual práctico para fomentar la microempresa; El toro también tiene la culpa, anécdotas cortas con mensajes de superación; El águila, sobre los valores, etcétera.
A pesar de no haber recibido ningún incentivo de la empresa pública o privada, continuamos con esta labor, aunque se nos ha dificultado últimamente, dada la cantidad de ciertos vendedores foráneos en las calles, que han emprendido una agresiva invasión, llegando incluso a las amenazas. Pedimos protección para los jóvenes ecuatorianos que hacemos difusión cultural e invitamos a aquellos autores que nunca han publicado una obra que nos contacten para viabilizar la edición y continuar nutriendo de nuevos valores el acervo literario ecuatoriano.(O)