¿A qué llamamos realidad? Se ha discutido mucho esa palabra a lo largo de la historia. Desde la inaccesibilidad a la realidad primigenia postulada por Kant (aferramos el fenómeno, no el noúmeno); el que lo visible es un mundo digital que experimentamos mientras, en “realidad”, dormimos y unas máquinas nos fagocitan, como en Matrix; o Descartes, ese filósofo que dudaba de todo (los sueños, los sentidos), con la única certeza de que era un ser que dudaba (cogito ergo sum). ¿Cuál es la realidad? Sería la que apunta Aristóteles en ese cuadro de Rafael Sanzio, La escuela de Atenas, donde la realidad terrenal es el zoológico de las esencias, o, como señala Platón con el dedo hacia arriba, la realidad es el Mundo de las Ideas y no este mundo material que es apenas una mala copia. Les pido me disculpen por la cantidad de referencias y citas que usaré a lo largo de esta serie de artículos. Confieso que en esta oportunidad el discurso posmoderno se impuso, si no, así lo espero, el vano academicismo.

Siempre se ha dicho que los artistas, para efectos del artículo: los escritores, viven en ficciones, en sueños, escapando de esa manera de la “realidad”. Si bien en algún sentido es cierto (la consabida soledad del creador y, por qué no, la del lector), me parece que sobre todo es lo contrario, no “escapan” de la realidad, la experimentan de manera más plena. Insisto, sé que podría parecer lo contrario: el I went to the woods (Fui a los bosques) de Thoreau, el encierro, según dicen, de entre doce y dieciséis horas al día de Flaubert, las jornadas sin comer y dormir de García Márquez o Cortázar solo distraídos por la musicalidad del golpeteo de la máquina de escribir, y así. Sin embargo, continuemos primero con la frase del autor estadounidense: I went to the woods because I wished to live deliberately, to front only the essential facts of life, and see if I could not learn what it had to teach… (Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar...). Experimentar lo esencial de la vida, no la hojarasca accidental, por otro lado tan típica en los chismes o la sección de farándula de los diarios.

En la misma línea, la recién difunta Ursula Le Guin, en un discurso de los National Book Awards (2014), se refirió a los escritores como poets, visionaries: the realists of a larger reality (poetas, visionarios: los realistas de una realidad más amplia). Continuando con lo dicho, Thoreau se fue a buscar lo esencial de la vida, Le Guin habla de una realidad “amplia”. ¿No será que parte de ella permanece velada? Es uno de los misterios que confronta la condición humana. Por ejemplo, ¿por qué ante el dolor o la muerte surgen cuestiones a las que previamente no dimos paso, a pesar de tenerlas siempre frente a nuestros propios ojos?

Los artistas son solitarios, taciturnos o, acaso, irreprimiblemente emocionales pues sus dedos yacen bajo la luminosidad de lo superficial. ¿Qué habrá en esa oscuridad? (O)